lunes, 23 de abril de 2007

Lecturas del sábado

Mi marido me critica porque acumulo los periódicos de la semana amontonados unos sobre otros, sobre la mesa o el freezer, pero es que tengo una mala costumbre: diariamente en las mañanas, leo las noticias del día de pie en la cocina con una taza con café con leche antes de salir a trabajar. Después el sábado o el domingo me gusta sentarme en el sofá frente al televisor encendido y con el bulto de periódicos, a leer tranquilamente los artículos de opinión y los reportajes de la semana. Me encanta leer esos artículos y enfurecerme desaprobándolos o complacida concordar con cualquier opinión del periodista. Esos momentos de lectura siempre me recuerdan a mi casa del Cerro y a mis padres. La imagen de mi padre sentado en su sillón preferido de la sala frente al televisor encendido y leyendo (ajeno al mundo a su alrededor que seguía girando) unos cuantos periódicos acumulados sobre sus piernas cruzadas, donde el primero siempre, invariablemente, era el Granma de escuálidas 6 páginas. Esa imagen me confirma que la costumbre la heredé de mi padre. Entonces escucho la voz de mi madre regañándome medio en broma, cada vez que me veía protestar molesta por algún artículo publicado en el Granma: "Niña, si sigues molestándote así, te vamos a tener que prohibir el periódico"... es que definitivamente el Granma es como para que te prohiban leer el periódico... digo yo... Hice esta divagación de añoranza porque este sábado mientras leía "El Nuevo Herald" del viernes, me tropecé con dos artículos en la última página que me encantaron, aquí les va el primero y es de mi buen amigo Nestor Díaz de Villegas que anduvo hace poco por Miami y no tuvimos tiempo de chismear...

Publicado el viernes 20 de abril del 2007
Las muertes de los otros
NESTOR DIAZ DE VILLEGAS
Al final de la proyección, en el cine de Pasadena donde fui a verla, el público aplaudió La vida de los otros, ganadora del Oscar al mejor filme extranjero del 2006. Salí a la calle satisfecho de comprobar que el tema del totalitarismo de izquierda lograba por fin imponerse en la imaginación de los norteamericanos. ¿Se habrían sensibilizado con las desgracias de ''los otros''? ¿Y cómo lo habrían logrado los alemanes? ¿Qué técnicas, qué trucos cinematográficos se hacían necesarios para provocar un estallido de aplausos en solidaridad con las víctimas del terror socialista?
Afuera me encontré con un amigo cineasta, y le participé mi asombro. ¿Cambiaban los tiempos? Mientras tomábamos un café en Starbucks, volvimos sobre el tema: ''Nada de eso'', me corrigió, en tono confidencial. ``Cuando la policía política instala micrófonos en el apartamento de un poeta disidente para espiarlo, los americanos se sienten aludidos, se ven a sí mismos, y por eso aplauden''.
¡No podía ser! ''Así es'', insistió. Es más, mi amigo estaba convencido de que la única razón (''Bueno, no la única, pero es una razón de peso'') por la que La vida de los otros ganó el Oscar a la mejor película extranjera, es que la Academia había hecho una lectura local, incluso provinciana, del tema del terror. Los miembros de la Academia habían visto en ese filme anticomunista una parábola del Patriot Act.
Bueno, los americanos son terriblemente narcisistas, y vivimos, después de todo, en un enclave del liberalismo. No es para asombrarse. Le recordé el viejo adagio: ''Washington es el Hollywood de los feos'', mientras él me aconsejaba que fuera más cuidadoso con mi terminología: ¿liberalismo? Me recordó que el nombre oficial de ese estado policiaco que tan bien retrata La vida de los otros, era, nada menos, que la República ''Democrática'' Alemana. ¿Estaba confundiendo la democracia con los demócratas, la gimnasia con la magnesia?
Me fui a casa dándole vueltas a esos retruécanos, y no pasó mucho tiempo antes de que se me presentaran otros más siniestros. Los periódicos comenzaban a comparar el Muro de Berlín con la valla de la frontera mexico-americana. Ultimamente, esa demarcación había dejado de ser un simple límite geográfico para convertirse en un muro, en ''el Muro''. Y aunque no había comparación posible, se insistía en compararlos, ¡y en igualarlos!
Todo el tenebroso universo ''orwelliano'', concebido por el gran escritor inglés como una crítica de la dictadura soviética a partir de su desengaño con el estalinismo, había sido confiscado por Hollywood, y reimaginado como un ataque a la sociedad postindustrial. Ya 1984 no sería más la profecía del soviet que nos acecha a la vuelta de la Historia, sino la metáfora de un maccarthismo avant la lettre. Hasta Guantánamo había dejado de ser el campo minado donde durante más de cuatro décadas miles de fugitivos perdieron las vidas intentando escapar de una dictadura. Los ideólogos gringos se las habían agenciado para transformarlo, valiéndose de un truco de prestidigitadores, en el cliché de ''su'' imaginaria dictadura republicana, y en sinónimo de una tortura que escamoteaba, necesariamente, la tortura de ``los otros''.
La próxima vez que nos encontramos en el cine, mi amigo y yo quedamos en ser más cautos, más exigentes, y en resistirnos a las apropiaciones históricas. A las expropiaciones, me corrigió mi amigo: ``Expropiaciones. Los bienes malversados son las vidas de los otros. O si lo prefieres, las muertes de los otros''.


... Siento mucho no haber visto todavía la película pero por las críticas que he leído sobre ella creo que es una película que sufriré por la cantidad de recuerdos que me traerá de los servicios de espionaje sobre "la vida de los otros" que gustaban y gustan "jugar" en Cuba... el otro es un artículo del hijo de Fructuoso Rodríguez y les confieso que lo leí varias veces porque estaba reacia a admitir semejante historia, primero lo leí sorprendida por todo lo que cuenta y luego lo leí emocionada por todo el dolor que encuerra, pero es que todavía me sorprenden los oscuros entresijos de la Revolución Cubana, esas oscuras y enredadas historias que pocos conocen y que denuncian la suciedad de un régimen totalitario y de doble moral que llevamos sufriendo hace casi 50 años. Me sorprenden porque nací y crecí en una burbuja roja dentro de una familia comunista que siempre me recordaba que vivíamos en el paraíso terrenal (después de la URSS por supuesto) y mi mente infantil no podía concebir que en ese paraíso terrenal se gestaran conspiraciones semejantes porque según mi familia: los comunistas eran seres perfectos y puros, incapaces de una mancha en su organismo y mucho menos de sangre... Recuerdo la masacre de Humboldt 7 no sólo por las fotos de los libros de texto de historia de la escuela, (una de las fotos era impresionante y mostraba la escalera del edificio con el rastro de sangre de los cuerpos arrastrados) sino también porque un día picada por la curiosida visité el edificio... resulta que tengo una amiga que vive en el edificio de Infanta y 23, cercano al Humboldt 7 y una de esas tardes que andábamos regresando de la calle y con bastante tiempo libre, decidimos entrar y leímos la placa, miramos desde la misma ventana por la que se lanzó Fructuoso Rodríguez hacia el pasillo lateral del edificio y recuerdo que el edificio era como una tumba silenciosa, se sentía como una opresión en las sienes y un silencio tan molesto que asustaba... también recuerdo esa masacre por los cuentos de mi abuela, ella gustaba hablar de todas las barbaridades que cometió Esteban Ventura quien para ella fue el diablo personificado y la historia de la masacre de Humboldt 7 era para ella una de las cosas más horribles que hiciera Ventura y que mi abuela gustaba de reproducir una y otra vez para confirmar que Ventura era el hombre más malo que parió mujer alguna... saliendo del paréntesis de añoranzas, quiero darle gracias a Osvaldo Fructuoso Rodríguez por este artículo que una vez más saca a la luz las mentiras y artimañas de la Revolución Cubana, mis respetos para él y para su padre (un mártir de verdad y no uno de esos "martirizados" que Fidel Castro impone para mantener ocupado al cubano de la isla con hazañas ajenas al hambre diaria), también mi más sentido pésame para Osvaldo Fructuoso y ojalá que un día en nuestra Cuba se haga justicia verdadera por tantos horrores, lo más que siento es que mi padre, un comunista de verdad, no haya leído este artículo antes de morir para que empezara a quitarse poco a poco la venda... aquí les va el artículo...

Publicado el viernes 20 de abril del 2007
Humboldt 7 y el hombre que delató a mi padre
OSVALDO FRUCTUOSO RODRIGUEZ
OSVALDO FRUCTUOSO RODRIGUEZ
Si de algo puedo sentirme orgulloso es de mi padre. Mi padre era Fructuoso Rodríguez, un líder estudiantil asesinado a la edad de 23 años junto a sus compañeros José Machado, Juan Pedro Carbó Serviá y Joe Westbrook. Todos murieron en el hecho conocido como la masacre de Humboldt 7, provocada por una delación.
Los cuatro habían encontrado refugio en esa dirección tras participar en los acontecimientos del 13 de marzo de 1957. Mi padre acompañó al líder estudiantil José Antonio Echeverría a la toma de la emisora Radio Reloj para anunciar el presunto magnicidio del dictador. De la acción armada del Palacio Presidencial pudieron escapar con vida Machado, Westbrook y Carbó Serviá. Apenas unas semanas después la policía batistiana perpetró la masacre.
Extraña palabra esa. Masacre. No llegas a comprenderla hasta que incluye a un familiar, a un amigo, a un conocido. Más extraña aún cuando tú aún no has nacido y la víctima es tu padre.
La delación se efectuó en un apartamento secreto de la policía de Fulgencio Batista en La Habana. El estudiante comunista Marcos Rodríguez, alias Marquitos, fue el delator. El operativo fue ejecutado el 20 de abril de 1957 a las 5:55 p.m. por el coronel Esteban Ventura Novo y sus hombres. Semanas después Marcos Rodríguez inició un extravagante periplo latinoamericano sufragado por la Cancillería cubana. El periplo concluyó en México.
En aquella época Joaquín Ordoqui, uno de los principales dirigentes del Partido Socialista Popular (PSP), y su mujer Edith García Buchaca, vivían exiliados en México y recibían un sueldo de la CIA que oscilaba entre $2,000 y $3,000 mensuales. Teté Casuso y Teresa Proenza, cubanas radicadas en México y con amplias relaciones en el mundo diplomático, les hacían llegar el dinero. El propósito era que los Ordoqui informaran de las interioridades del PSP y de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores (la central sindical mexicana, controlada por el PRI). El elevado tren de vida de Ordoqui le permitía mantener dos y tres amantes a la vez en la capital mexicana.
Los Ordoqui recibieron a Marcos Rodríguez y le ofrecieron cobijo, alimento y amistad. Marcos vivió y compartió estrechamente con el matrimonio.
Edith García Buchaca, casada en primeras nupcias con Carlos Rafael Rodríguez, con quien tuvo dos hijas --Anabelle y Dania--, supo sacar buen provecho de sus matrimonios en la alta jerarquía comunista y logró que al triunfo de la revolución, en 1959, se le nombrara como Presidenta del Consejo Nacional de Cultura. Desde esta posición, a su vez, ella concedió una beca para completar estudios culturales en Praga a Marcos Rodríguez. El funcionario encargado de gestionar la beca fue Alfredo Guevara Valdés, fundador del Instituto de Cine (ICAIC).
Un poco antes de esas gestiones, en la primera semana del triunfo revolucionario, mi madre, Marta Jiménez, le pidió a Camilo Cienfuegos entrevistarse con Alfaro, uno de los asesinos de mi padre y que acababa de ser capturado por las patrullas rebeldes. En esa entrevista, mamá le mostró más de 100 fotos de carné de diversas personas, entre las cuales estaba una foto de Marquitos. Alfaro lo identificó sin titubear como el delator. De inmediato mamá le pidió a Camilo que suspendiera el juicio a Alfaro y se detuviera a Marcos Rodríguez.
Camilo cursó la orden de detención y Marquitos fue arrestado. Pero por muy poco tiempo. No habían transcurrido más de seis horas cuando Osmany Cienfuegos, antiguo miembro del PSP y hermano de Camilo, liberaba al delator. Pero aún con mucha más celeridad se dio la orden de fusilar a Alfaro, sin avisar a ningún miembro del Directorio Revolucionario ''13 de Marzo'' --y en contra de la orden emitida por Camilo en Columbia, la cual Fidel Castro había aprobado.
Mi madre no cejó en sus empeños, sin embargo, y meses más tarde logró la prueba que incriminaba definitivamente a Marcos Rodríguez con la delación. El gobierno de Batista había emitido una carta secreta a través de la Cancillería cubana donde se le otorgaba a Marquitos una elevada suma de dinero para su manutención en Argentina, Costa Rica y México mientras estuviese exiliado. Dicha solicitud estaba avalada por Esteban Ventura y firmada por el canciller cubano. Ya por la fecha del descubrimiento de este documento, Joaquín Ordoqui ocupaba el cargo de viceministro primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Durante más de cinco años, mi madre le estuvo pisando los talones a Marquitos, hasta que después de una extensa y larga investigación logró que se le apresara y llevara de vuelta desde Praga a La Habana, donde se inició el juicio que, después de la primera vista, develó la verdad del encubrimiento del PSP en dicha delación. Quizás sin proponérselo o quizás aprovechando todo su jugo político, el mismo Fidel Castro convirtió el juicio en un proceso público televisado en 1964. El Tribunal Revolucionario No. 1 de La Habana decretó el fusilamiento de Marquitos; inmediatamente después Ordoqui fue condenado a 30 años de prisión.
¿Prisión? Bueno, su ''cárcel'' era una hermosa finca, llena de árboles frutales y animales para la alimentación de este reo de lujo, en las afueras de La Habana, y con un auto y chofer de las FAR. Y, dicho sea de paso, en compañía de Edith García Buchaca, ya destituida y no apresada gracias a la defensa y alegatos que Carlos Rafael Rodríguez hizo de ella. Le acompañaba, le podía cocinar y vivir a su gusto, y ella alternaba entre la finca y su espléndida casa en el Nuevo Vedado.
Cada cierto tiempo la señora García Buchaca viajaba a Madrid para encontrarse con su hija Anabelle, quien años más tarde sería recibida por su papá, Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, cuarto hombre en jerarquía, pero tercero en poder.
Fue Carlos Rafael quien autorizó y ordenó al entonces embajador cubano en España, Carlos Alfara, a través del cable cifrado CF #121145-6, a pagar la operación de la vista de su hija en la clínica Barraquer de Barcelona, los pasajes de la Buchaca y gestionar con el gobierno de Felipe González un puesto permanente para otro miembro de la familia como maestro titular en el sistema escolar español.
Anabelle en aquel entonces trabajaba bajo las órdenes del empresario español Eduardo Barreiro, quien había sido contratado por el gobierno de Fidel Castro para cambiar el funcionamiento de los motores Diesel de fabricación soviética. Todos los años el régimen cubano le pagaba a Barreiro unos $5 millones que eran depositados en su cuenta personal en la Unión de Bancos Suizos de Ginebra. Como parte de ese contrato, Barreiro se comprometió a emplear a Anabelle y pasarle $5,000 mensuales.
Actualmente Dania, la otra hija de Edith García Buchaca, es la esposa del General de Cuerpo Julio Casas Regueiro.
En enero del 2004, García Buchaca perdió a su hijo varón, ''Joaquinito'', el fruto de su idilio con Ordoqui. Al menos ese joven que conoció a su padre, pudo conversar y disfrutar con él (aunque fuese en la finca donde se encontraba ''detenido''). Y como hijo de un ``preso político'' fue becado en Alemania, estudió Germanística en la Universidad Carlos Marx de Leipzig, pudo viajar y conocer el mundo.
¡Qué extrañas vueltas da la vida!, a veces injusta, otras veces no. Nunca antes supe que algún hijo de preso político cubano estudiase en una universidad extranjera, becado por el régimen castrista. Muy por el contrario, todos fueron --y son-- vejados, marginados, despreciados, señalados de por vida, por el solo hecho de tener un padre desafecto o en el terreno contrario.
Por culpa de un delator, yo jamás pude conocer al mío.