Nunca he ocultado que nací y me crié en una familia de comunistas, y aunque vivo en Mayami, la capital del exilio cubano, mi historia es la que tuve y no necesito adornarla con "méritos" ajenos pa ser bienvenida en esta comunidad, y quien crea lo contrario es mas extremista que mi abuela materna, y créanme que eso es mucho decir.
Lo siguiente es una sucesion de ideas basada en mis recuerdos, experiencias y sensaciones relacionadas a mi vida politica dentro de la Isla, advierto que no leeran nada inusual, pero igual empiezo mi confesion.
Acepto que fui pionera destacada y galardonada, militante de la Juventud. Leí casi todos los libros de literatura soviética publicados en Cuba, devoraba los Sputniks hasta que el régimen cubano los prohibió, me sé de memoria casi todos los muñequitos rusos que ponían en la TV cubana, usaba zapatos "bolos" que mi padre trajo de Moscú, mis dos muñecas favoritas eran soviéticas y las llamé "Masha" y "Alinova", comía con bastante frecuencia en el restaurante "Moscú" con mis padres, aunque odiaba el perfume "Moscú rojo" porque me daba migraña. Todavía quiero visitar San Petersburgo (en mi infancia llamado "Leningrado") porque mi padre atesoraba un libro turístico y las postales del Palacio de Catalina, y era el único Palacio verdadero que conocía, porque Disney todavía no comercializaba sus princesas en la Isla, y las casonas del Vedado que el Diablo Castro convirtió en museos, no clasificaban pa castillos. Se contar y saludar en ruso, le canto de vez en cuando a Carola "un cielo azul y un redondel", lloré cuando el osito Misha se despidió en la clausura de las Olimpiadas, y todavía recuerdo el día que nos dieron la noticia en el matutino de la muerte de Brezhnev. En fin, que desde que nací, viví en una campana de cristal ideológica -que era lo único que conocía-, hasta que abrí los ojos a la realidad de mi país después de 1989, cuando cumplí 19 años.
Y la causa real de mi "despertar" no fue -como muchos dicen en su biografía-, la caída del muro Berlin, ni la perestroika ni la glasnot, ni los discursos de Gorbachov, ni la Revolución de Terciopelo, ni la caída del Bloque del Este, y mucho menos el juicio de Ochoa, aunque cuando le conté a mi padre que había un rumor en la calle que el General estaba preso, me dijo alto y claro que un verdadero revolucionario no escuchaba "las bolas" de la calle, y después cuando esa semana publicaron el primer editorial en el Granma contando el inicio de aquella historia, me sentí un poquito desilusionada de la ceguera de mi padre. Pero confieso que ninguno de los acontecimientos sucedidos a finales de los 80s y principios de los 90s en Europa, tuvo que ver con mi despertar ideológico, simplemente porque no tenia manera de acceder a esa información, porque en la casa y la familia donde vivía, la única información que se manejaba era la oficialista.
La verdadera causa de mi "destiñidera" fue mi entrada a la ENIT (Escuela Nacional de Instructores de Teatro) donde empecé a conocer gente muy diversa. De pronto la ENIT me metió de cabeza en un mundo de opiniones e ideas que ni siquiera imaginé que podían existir dentro de la "revolución" que en mi casa idolatraban.
Primero fueron los "plásticos", ese grupo de muchachos que estudiaban Artes Plásticas en la Escuela de Arte y que todo lo cuestionaban constantemente. Cuando visité mi primera Bienal de Labana en Bellas Artes, casi no podía hablar mientras recorría en silencio una sala tras otra, porque estaba en shock con tanta información de diversos colores pa mi mundo "rojo". Después conocí a Los Carpinteros, a Cuenca con su pasional discurso anti-oficial en sus últimas exposiciones antes de irse, a todos los pintores y escultores que andaban por los pasillos de la escuela con sus botas rusas pintadas con acrílicos, sus barbas, bigotes y pelos extraños, haciendo rumba con un pincel en la mano, discutiendo ideas abstractas y problemas cotidianos, colgando su obra donde quiera que podían exhibirla, y templándose a todo lo que tenía nombre de mujer. Con ellos vinieron las escapadas a las ruinas de circo y a las cúpulas de Plástica, donde nos poníamos a "fumar", tomar y hablar sin censura ni punto final, los intercambios de libros que devoraba forrados en papel periódico pa que nadie supiera que leía, las discusiones a media voz donde yo poco a poco iba moviéndome mas hacia el centro, las perretas existenciales de mis amigos que de pronto lloraban o se recluían en un mutismo doloroso mientras afirmaban que en ese país no había futuro. Y pa rematar, la ruptura con un novio de carácter "lobo estepario", me lanzó a los brazos de mi primer esposo, un hombre que tenía el don de sociabilizar sin censuras ni prejuicios, y que me abrió las puertas a un grupo de amigos que se reunían casi todas las tardes en la Plaza de Armas.
Para ellos comencé a ser "la gallina", y de la misma manera que tenía mi "nombrete", ellos tenían los suyos, y a muchos solo los recuerdo por ese nombrete, como si fueran personajes sacados de alguna novela de guerrillas. La mayoría eramos jóvenes, estudiábamos o hacíamos arte, teníamos sueños, inquietudes, resentimientos, cuestionamientos, pero sobre todo muchas criticas no escuchadas y muchas ganas de cambiar el pequeño mundo caribeño que conocíamos. Juntos fuimos a festivales underground de todo tipo, a muestras de arte contestatario, a fiestas donde se criticaba abiertamente al régimen, a tertulias en la Casa del Joven Creador, en la Casa del Té, en el Taller de Serigrafía, en la Casona del Fondo, en el Parque de G, a pequeños y no anunciados conciertos de la Trova con cantautores vetados... andábamos Labana en manada, escandalosos, pensando que eramos libres -porque en Cuba la libertad se piensa o sueña, nunca se ejerce- y yo con ellos de espectadora fiel, hasta que la vida nos desmembró: unos emigraron a países fríos, otros pa mi sorpresa cayeron presos por su lucha opositora, unos pocos enloquecieron tras varias detenciones y electroshocks, otro muy querido murió joven de un derrame cerebral -y hasta hoy todos juramos que en su muerte estuvo la mano de la Seguridad-, otros se lanzaron en balsa al mar, y yo me divorcié.
Con esos amigos puse mi vida en perspectiva pasada y pude darme cuenta que mi campana de cristal ideológica no era tan fuerte como creía, y desde hacía mucho tiempo tenia mas manchas negras que un espejo viejo. Ahí supe de golpe que siempre fui una "opinionada", una rebelde cuestionadora y una inconforme, y que las discusiones con mi padre no eran solo berrinches adolescentes, sino dudas que andaban rodando sin sentido en el laberinto político que era mi cabeza.
Me di cuenta que mi primera "desilusión amorosa" con esa "revolución" fue en 1980, cuando con 10 años, tuve que pararme en un mitin repudio en la escuela a leer un comunicado que me dieron contra mi maestra Zoraida, la misma maestra que tuve desde primer grado y que me había enseñado a leer y escribir, a amar a Martí, a conocer los símbolos patrios, el Himno Nacional palabra a palabra, y que a partir de ese día, me dijeron que tenía que odiarla con todas las fuerzas de mi corazón por ser una "contrarrevolucionaria traidora a la Patria que huyó por el Mariel". Y detrás de mi maestra, también se fueron mis amiguitas del aula, las que jugaban conmigo en los recesos, nos sentábamos juntas, nos visitábamos en nuestras casas, nos esperábamos en la puerta de la escuela pa entrar juntas al matutino, andábamos como uña y carne. Así que sin saberlo, en 1980 se empezó a rajar mi campana de cristal ideológica con las contradicciones que el régimen te imponía. Pero solo nueve años después, en 1989, descubrí que todo se resumía en una sola frase del Diablo Castro: "...dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada". Y me di cuenta que en esa frase siempre me criaron y educaron, entre dos opciones siempre: Patria o Muerte. Según el régimen, la Patria era esa ideología comunista que me enseñaron en mi casa, lo que el Diablo Castro gritaba extensamente en sus discursos, lo que me repetían en la escuela, en las reuniones de la UJC, del CDR, de la FMC, de la MTT, de la OPJM, de la FEEM, lo que decía el PCC, lo que gritábamos en las marchas, lo que recitábamos mecánicamente en los matutinos, lo escrito en los panfletos del Partido que repartían pa analizar en los círculos de estudio, la historia de la Isla que nos enseñaron en la escuela, en los documentales socialistas, lo que cacareaba la "chismosa de vigilancia" de la cuadra, lo que contaba el Noticiero de la tv, el Granma, el Juventud Rebelde... en fin, la Patria que me crearon era la campana de cristal ideológica "oficialista" donde vivía. Y la Muerte, pues ya saben lo que es la muerte, ese mundo infinito que se extiende mas allá del horizonte que vemos desde el Malecón. La Muerte era la libertad, pero eso lo descubrí cuando llegué a Mayami. Porque entonces la única solución disponible a esas dos opciones en tiempo presente, era "Venceremos", un verbo conjugado en futuro, uno de los tiempos favoritos del Diablo Castro, quien siempre abusaba en sus discursos del tiempo futuro, pa alimentarnos la (des)ilusión de que algún día todo cambiaría gracias a la "revolución", pero hasta hoy sabemos que eso sigue estando en tiempo futuro muy lejano, pa no afirmar que imposible.
Este inicio ideológico en sentido opuesto que se inició en 1989, se cerró en 1994. Pero primero viví un 1993. En ese año fui con dos amigos a mi primera peregrinación al Rincón, cámaras en mano y con un frio de dos pares de cojones, caminamos desde la tarde del 16 de Diciembre hasta la mañana del 17, desde el pueblo hasta la capilla ida y vuelta, no se cuantas veces. Las figuras que guardo en mi memoria de aquella noche en la carretera fotografiando y grabando, a veces me parecen figuras fantasmales de pesadillas. Recuerdo como en la oscuridad aparecían peregrinos arrastrados, de rodillas, cargando piedras, barras de hierro, con niños sentados en sus espaldas, mujeres y hombres barriendo la calle con escobillas de guano y de yerbas pa que el "cumplidor de la promesa" no se dañara, muchachitos del Servicio con pulloveres multicolores pa "embarajar" el uniforme, estudiantes de medicina con sus batas blancas semiescondidas en sus mochilas, viejitas con velas, niños asustados de todas las edades que pasaban de manos en manos por encima de la multitud desconocida hasta que tocaban el altar, lisiados llorando y pidiendo, sufriendo, cojos, enfermos, leprosos con sus jarritos amarrados a la mano, y los guardias: una cadeneta invisible de jóvenes guardias a las dos orillas de la carretera, escondidos en la oscuridad y las matas, vigilandolo todo. Esa noche mirando de reojo cada dos minutos a aquella barrera invisible de guardias escondidos, sentí por primera vez que vivía en una gran prisión llena de miserables que sufrían en silencio pa no delatarse.
1993 fue el año de la apertura religiosa y la legalización del dolar. El año del hambre y la miseria, del inicio del período especial y de la locura. Ese año mi madre enfermó de neuropatia por comer solo arroz y col hervida. Ese año una "revolución" de indignados -pa usar la palabra de moda-, se convirtió en verdad y no en rumores, de las casas de los disidentes salio pa las iglesias, primero en la de Salud y Manrique, donde cuentan que un grupo de religiosos el día de la Caridad pidió libertad, libertad, libertad; después vendría la víspera de Santa Bárbara en la Iglesia de Párraga donde alguien me contó que los gritos de libertad se escuchaban desde lejos; y ahora San Lázaro. Ese año con la apertura religiosa, muchas iglesias empezarían a convertirse en el refugio de los lamentos, los cubanos le exigían a los Santos lo que no podían pedirle al Diablo Castro en la Plaza. Pero no seria hasta 1998 que escucharíamos la petición pública de que nos abriéramos al mundo, seguida del apoyo de algunos eclesiásticos cubanos, que públicamente comenzaron a defender la razón y la justicia frente al régimen. 1993 fue el año que se me metió en la cabeza la idea obsesiva de que tenia que irme del país o me moriria asfixiada en aquella prisión.
Después de 1993, vino el convulso 1994. Un año como la película de Indiana Jones donde no se paró ni pa coger aire, y un año donde descubrí que en Cuba "la melca" y el crack se vendía como caramelo en cualquier esquina del Malecón, por un dolar comprabas una "chapa" o un "cambolo", y te ibas del aire. 1994 tuvo de todo, todavía la gente contaba en susurros lo sucedido en Cojímar cuando explotó lo del hundimiento del Remolcador, las lanchitas de Regla y Casablanca, la procesión en Regla donde se enfrentaron a los policías, los muertos, los "regresados", los editoriales incongruentes del Granma, los reportajes de la TV Cubana, "las bolas" contadas en la bodega, los silencios de los grupos reunidos en las esquinas, las caras largas y finalmente el "Maleconazo". Aquel día estaba en casa de un amigo en Perseverancia y Malecón, pero nunca supe lo que realmente pasó hasta el día siguiente que regresé a pie a mi casa y parada en mi portal me enteré de todo, de boca de un buen vecino. Despues, las cosas comenzaron a pasar como las imagenes de una pelicula en camara rapida. Pasabas por el Malecón y veias a mucha gente sentada o parada frente al muro, la policia patrullando, la tension en el aire, los gestos y las señas comprometedoras, era un ambiente enrarecido por no se que, hasta que el Diablo Castro anunció publicamente que las costas cubanas estaban abiertas pa quien quisiera irse del país, y entonces la locura tomó forma de balsa. En mi barrio se fueron casi todos los hombres de mi edad; la gente pagaba sumas exorbitantes por cualquier cosa que flotara o sirviera pa construir una balsa; por las calles pasaban carros y camiones llenos de gente que aferraban balsas artesanales; desde las provincias llegaban grupos y grupos de jóvenes dispuestos a lanzarse al mar; en los arrecifes de Alamar, cerca de casa de mis tíos, había filas de personas en lista de espera por si había algún espacio vacío en las balsas que salían desde ahí, y los vecinos bajaban a mirar el espectáculo como si fuera el circo; los cassettes de audio con las listas grabadas de Radio Martí de los balseros recogidos, se vendían en el mercado negro; llegabas de visita a una casa y lo primero que te soltaban es "fulanito se tiró, se fue ayer". Todos los días se contaban escenas de horror: se llevaron al lisiado de la Calzada pa que sirva de carnada pa los tiburones, una pareja regaló a su hijo porque solo cabían dos mas en la balsa y no podían llevárselo, hace dos días que no aparece Mengana... una tarde estaba comiendo en las afueras del 1800, lo que se llamaba la Tasca, con un amigo, y comenzó a salir una lancha por la desembocadura del rio, iba repleta de gente, la linea de flotación estaba peligrosamente bajo el agua y de pronto fue como si hubiera una estampida, comenzaron a lanzarse personas al agua pa alcanzar la lancha, los que estaban arriba en cubierta comenzaron a gritar y a patear a los que se acercaban, los de la orilla gritaban desde el muro contra los de la lancha, unos policías vinieron corriendo y se burlaban de los que no podían llegar y se hundían, unos turistas sacaban fotos y mas fotos, unos muchachos hacían apuestas sobre quien subiría a la lancha, y yo me sentía como si me hubieran tirado al centro de un salón en un manicomio repleto de locos, no podía hablar, solo lloraba, mi amigo tuvo la lucidez de montarme en su moto y sacarme de aquella pesadilla.
Esa noche de Agosto de 1994, insomne en el medio de mi cuarto, con las persianas metálicas abiertas, escuchaba el bullicio de Labana que no dormía, que no callaba, que no terminaba de lanzarse al mar pa escapar de aquella Isla. Esa noche destruí por completo los restos de mi campana ideológica, destruí cualquier nexo que quedara con aquella "revolución" que mi familia idolatraba, y juré que iba a hacer todo lo posible por irme de aquel país de locura, no tenia los ovarios de lanzarme al mar porque tenia advertencia religiosa que ese camino me costaría la muerte, pero haría todo lo posible por montarme en un avión sin mirar atrás, con la certeza de que no regresaría. Esa noche, comencé el duro caminar hacia la derecha, el duro caminar hacia la Muerte, la otra opción que me enseñaron. Con el tiempo en Mayami, comprendería que realmente la Muerte era el traspaso a la Vida. Pero hasta Mayami todavía faltaban muchos años...
Por eso ahora leo las mentiras de Marco Rubio y me indigno, después de tantos años de experiencias, sufrimientos, ausencias y separaciones, los cubanos somos lo que somos pa bien o pa mal, pero lo que si no podemos es construir libertad sobre mentiras pa aceptarnos entre nosotros mismos. Muchos fuimos nacidos y criados en una unica realidad, no tuvimos padres opositores, no fuimos disidentes luchadores, no estuvimos presos, no lanzamos proclamas anticomunistas, no marchamos por Labana el 10 de Diciembre gritando "Abajo Fidel", no conspiramos pa tumbar al régimen, pero hoy estamos aqui en Mayami, en Madrid, en Amsterdam, en Montreal, en Berlin, en Paris, en Alaska y en Marte, y somos parte de este exilio con la cabeza bien alta, con los mismos derechos de cualquiera. Leemos las noticias de la Isla y opinamos, nos involucramos en protestas, comentamos en Facebook, compartimos un vídeo de las Damas de Blanco, nos solidarizamos con los presos politicos, porque hoy estamos aquí y somos parte de nuestra Historia. No importa lo que fuimos, de donde salimos, donde militamos, lo importante es que un dia despertamos ideológicamente y maduramos políticamente, y nos dimos cuenta que los Castro son una dictadura y la "revolucion" una gran mentira. Y estamos aqui, fuera de nuestra Patria, la verdadera, arrastrando nuestro dolor de desterrados y soñando regresar a ella libre, y ese dolor tiene que ser respetado. Y si alguien se tiene que inventar una historia de heroicidad anticastrista pa ser aceptado entre nosotros, todos los desterrados cubanos, y si nosotros pa aceptar a alguien exigimos un curriculum de años de lucha anticastrista, entonces somos tan mentirosos, extremistas y radicales como el régimen castrista. Somos lo que somos, y nada ni nadie nos puede quitar esa verdad, porque si algo he aprendido en esta vida es que defiendas tu verdad aunque te cueste la vida, es la unica manera de vivir en paz contigo mismo.
Fui comunista porque lo único que aprendí en mis primeros 20 años de vida, fue a serlo, pero he pasado los otros 20 años de mi vida, aprendiendo y viviendo una diversidad ideológica diferente. Lo que fui no me ofende, no me avergüenza y no me condena, porque por encima de cualquier ideología soy humana y los humanos nos equivocamos, y rectificamos y seguimos caminando. Igual lo que soy hoy, no me impidió amar a mi padre, siempre amé a mi padre, aunque por muchos años no compartimos las mismas ideas politicas, aunque hubo una epoca que no aceptó mi partida, pero justamente por lo que soy hoy, una mujer muy diferente a lo que era 20 años atrás, comprendí que no puede existir ley en el mundo, ni ideología, ni partido que me obligue a no amar a mi padre porque era un comunista "cerrado" que trabajaba en el Comité Central pa una dictadura. Y si alguien me pide renunciar a mi verdadera historia familiar, si alguien me mira con desprecio por lo que fui, si alguien me sugiere tan siquiera que debo disfrazar, obviar o renunciar a esos 20 años de mi vida para ser aceptada en esta comunidad de exiliados que somos todos, entonces ese alguien no merece nada de mi, y no me importa que ese alguien sea un Senador de los Estados Unidos como Marco Rubio... digo yo.