Cuando pienso en
ti solo vienen a mi memoria canciones de Pablito, una detrás de la otra, como una
victrola de batería eterna. Cuando pienso en ti veo un piano solitario en el
escenario, iluminado con un cenital azul y polvo a trasluz subiendo en espiral,
en un inmenso y conocido teatro habanero, aquella tarde vacío, además. Cuando pienso en ti siento el tenue olor de
una flor, aquella flor que sacaste de un ramo olvidado y me regalaste para que
yo tuviera la seguridad de que ibas en serio. Cuando pienso en ti veo un
colchón mal vestido y tirado en el piso, ventanas de madera cerradas dejando
entrar fugitiva la suave luz de la tarde y tu rostro sonriendo, mientras
mirabas mi sorpresa en estos enormes ojos que siempre me acompañan. Cuando
pienso en ti hay silencio porque tus manos, tus frágiles y educadas manos de
pianista, teclean sin cesar sobre mi cuerpo como si tuvieras la certeza que de
tanto tocarlo, sacarías música de él. Cuando pienso en ti hay silencio y dolor.
Pienso en ti y
recuerdo que llegaste cuando mi primer matrimonio iba irremediablemente en
picada, en una segunda y última oportunidad de salvación, pero era tan joven
que todavía no había aprendido que un corazón roto es muy difícil de zurcir,
sin que se le vea la costura y falten pedazos. Pero tú no sabias nada de esto,
solo me viste vulnerable, aquella tarde cuando nos conocimos mientras hacia un
documental sobre el último disco de uno de los grandes poetas. Esa tarde mi
facha de trabajo era de lo peor: jeans gastados, un pullover cualquiera y para
colmo, el pelo lo tenia recogido en el moño mas antisexy que alguien pudiera
confeccionar, rematado con un maquillaje casi al estilo de la Gioconda. Pero igual, tuviste el ojo certero de ver una
mujer frágil y lista para perecer presa en lo mas bajo de la escala alimenticia,
y mi hecatombe personal era tan inmensa que ni siquiera reparé en eso, en tus
ojos, esos ojos sagaces de bestia lista para atacar.
Pienso en ti y me
veo en aquel laberinto oscuro detrás del escenario y a mí alrededor la música,
tu música, que se repetía una y otra vez, de vez en cuando tu voz dando órdenes
precisas, y luego silencio. Pienso en ti y te veo, bestia agazapada, con un
cigarro encendido, fumando recostado contra tu carro, calculándome, esperándome
y yo cansada evadiéndote porque entonces te veía inmenso e indeseable. “Te
llevo hasta tu casa” decías y yo siempre distante: “no gracias”. Y te daba la
espalda despectivamente, la misma espalda que tus dedos teclearían sin cesar
buscando mi música, porque ya sabias que no tendría escapatoria, que habías
logrado alinear los astros a tu favor y que llegaría el día que
ceremoniosamente me sacrificarías a tu antojo. Porque ya sabias y por eso,
pacientemente esperaste día tras día.
¿Todo fue muy
rápido o lo edito cuando pienso en ti?
Silencio, yo
sentada cansada y a oscuras en una butaca de aquel teatro inmenso y conocido,
silencio y unas notas de tu piano. De pronto se enciende una luz cenital azul y
estas solo tocando. Tus dedos recorren las teclas que me seducen, me acarician,
me desnudan y teclean, teclean, teclean. Me vuelvo música, te vuelves música,
música hechicera solo para ti y para mí. Tus dedos no paran de teclear
suavemente sobre mi piel y la música viaja sensual desde el escenario hasta
secretearme: “te deseo”, y amarrarme en líneas de pentagrama, bien apretada
para que no escape, pero esa tarde ya no escapo, porque viene el silencio,
silencio, y tu voz, única, inconfundible: “esto fue para ti”, y finalmente ya
no puedo escapar porque a partir de este punto, todo es un sueño, un mareo a
mis sentidos que solo trae retazos desgarrados de la historia. Veo un ramo
olvidado en un camerino sucio y tus dedos ladrones roban una flor que me
regalas: “para que veas que es serio… te deseo”. Veo tu carro, la ciudad acuosa
por el calor tras el cristal y una habitación con un colchón mal vestido y
tirado en el piso, ventanas de madera cerradas y la tarde entrando diluida por
los agujeros, tu rostro sonriendo ante mi sorpresa y tus dedos tecleando,
tecleando sobre mi piel hasta lanzarme al vacio como el polvo a trasluz en
espiral, y me desnudo, sobre ti me desnudo, suave rítmicamente mientras tecleas
mis carnes y me obligas a sentarme frente a tu boca mientras me besas. “Yo
sabia que caerías”, dijiste y se abrieron las puertas del Infierno porque tus
dedos no pararon de teclear mis tetas, mis nalgas, mi cuello, mi espalda, mi todo.
Y la música suave me envolvía sin remedio y yo, cansada, no luchaba, ya no quería
luchar.
Cuando pienso en
ti escucho un teléfono que suena sin que nadie conteste. Silencio, silencio,
silencio y la flor marchita dentro de un libro. Cuando pienso en ti me vienen
noticias a través de amigos: “lo vimos”, “es casado”, “preguntó por ti”, “salieron
de viaje”. Cuando pienso en ti me veo tirada en un colchón mal vestido en el
piso, tres días tirada sin comer, sin hablar, sin saber que existe un mundo allá
afuera, detrás de las persianas metálicas de mi cuarto donde entra fugitiva la
suave luz de la tarde, llorándote, llorándote, llorándote. Cuando pienso en ti
te veo, con tus ojos sagaces de bestia lista para atacar, detrás del timón de
tu carro, recogiéndome casualmente en Quinta Avenida y mi sorpresa en estos
enormes ojos que siempre me acompañan, cuando te veo. Cuando pienso en ti, me
duele porque ese día, esa tarde, me dijiste que no me olvidaste, que todavía me
deseas pero que no podías, no podías seguir conmigo y por eso desapareciste. Cuando
pienso en ti, me veo, desamparada de mí, desamparada de todos, caminando bajo
el sol mientras te alejas en tu carro y yo llorándote, llorándote, llorándote.
Cuando pienso en
ti… ¿Por qué hoy pienso en ti? ¿Por qué hoy después de tantos años? No sé, serán
las canciones de Pablito que vienen una detrás de otra en el muro del
cibersolar de un lejano amigo y que irremediablemente me llevan a ti, a tu
piano, a tus dedos tecleando, tecleando, tecleando sobre sin cesar sobre mi
cuerpo que hoy tiene la certeza que de tanto tocarlo, tiene música propia. No
se, será que cuando pienso en ti hay silencio y dolor, y hoy, este día, esta
tarde después de tantos años, es un buen día para pensar en ti. Cuando pienso
en ti...
Del libro Exorcismo Final (Editorial Bokeh, 2014)
Del libro Exorcismo Final (Editorial Bokeh, 2014)
"la misma espalda que tus dedos teclearían sin cesar buscando mi música" Eso es literatura para mí; imagen y premonición! Este, tienes razón, es diferente de los otros, más fino, más tentador a pesar de la distancia entre el lenguaje y los órganos reproductores ;-)
ResponderEliminarGracias Arielito por leerme!!
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