domingo, 28 de octubre de 2012

Decreto


De la serie: "Cuentos para Lobos en noches de Luna Llena"

Estoy sentada en el umbral de mí misma, mirándome, mirándome, y veo a este hombre que viene desde la Antigüedad, difusamente viene primero, y luego cada día se hace más nítido y real. Veo a este hombre que viene despacio y se sienta a mi lado a mirarme, a acompañarme en este mirándome en el umbral de mí misma como quien mira una vieja película doméstica o un álbum de fotos viejas. A mirarme. Este hombre se sienta a mi lado y me toma las manos, suavemente, me toma las manos desde la Antigüedad y yo ciega, le toco el rostro con mis dedos y pregunto: ¿eres tú? Le toco el rostro y asiente: soy yo, como si decretara al Universo su llegada, como si necesitara decretarlo. Se sienta a mi lado aún antes de que le ofrezca una silla. Difusamente viene desde la Antigüedad y aunque primero escucho sus pasos y luego su voz, me resisto. Al principio me resisto porque hay fragmentos de mí que aún vagan por otras dimensiones, fragmentos de mí adheridos a otros fragmentos ajenos, adheridos, desprendiéndose. Porque ahora me doy cuenta que no estaban adhiriéndose, sino desprendiéndose fragmentos de mí en fragmentos ajenos. Por eso al principio me resisto y sólo escucho sus pasos y su voz, y cuando le ofrezco una silla, él ya estaba sentado a mi lado, mirándome. Mirándome y me asusta el reflejo de mí misma en sus ojos. Me asusta la espiral donde me mete poco a poco, como si de noche y a escondidas cambiara la cerca de mi territorio y se apropiara de mis tierras. Sutilmente se apropiara cada noche de un tramo más de mis tierras metiéndose adentro y adentro. Ladrón de territorios, metiéndose cada vez más adentro. Y le leo mis escritos premonitorios, -ahora sé que eran premonitorios-, y le tiro los números buscando explicaciones astrales, y combino sueños, palabras, gestos, como quien interpreta oráculos y le temo a los videntes ocasionales de mi camino para que no interfieran en  esta complicidad astral donde este hombre que viene de la Antigüedad cada día se hace más nítido y real. Ni siquiera le pregunto a los santos y los muertos, y prohíbo consultas a adivinos y similares, porque quiero mantenerlo intacto, perfecto. Este hombre que viene desde la Antigüedad me lee, me sorprende porque me lee y sabe dominar mi intensidad a su antojo como quien haya practicado cada hora con una fiera, pero sin circo, sin público. Domador de mi intensidad, simplemente por el placer de saberse dueño y esclavo de ella, de la fiera-intensidad que sin perder su naturaleza, lo sigue dócilmente a todos los rincones. Simplemente lo sigue con la devoción intranquila del amor. Este hombre-domador que viene de la Antigüedad me rompe los límites y me descubro ahogada entre palabras virtuales, entre escenas virtuales de desnudez, de sexo caliente que rompe cristales y suda desesperos, de destrozarnos las ganas a recorridos, de lamernos los deseos a puro diente. Me rompe los límites y cada segundo quiero más, como una adicta, quiero más y más, y de noche lo invoco golpeando mis paredes acolchadas desde la rehabilitación de la distancia para amasarlo entre mis tetas, para recorrerlo infinitamente cada centímetro, maldiciendo virtualidades y suplicando realidades, porque quiero más. Adicta, me vuelve adicta y me rompe los límites. ¿O los rompo yo? No sé porque este hombre-domador es capaz de llevarme de un extremo al otro del arcoíris sin pausa, sin detenernos a tomar aliento, y cuando la adrenalina me efervescenta, me calma, con un gesto me calma y me acurruca en declaraciones. Decreta al Universo sus declaraciones de mí. Me acurruca en declaraciones y me calma –aunque él asegura que lo calmo yo-. Y me descubro cantando entre suspiros ahogados que me inmovilizan, y me descubro haciendo pócimas y sortilegios para amarrarlo, y me descubro desatando todos mis demonios para cercarlo e invadirlo en un círculo irrompible de amor de donde no pueda escapar jamás. Y me descubro mirándome en sus ojos sentada en el umbral de mí misma. Mirándome en sus ojos mientras tranquilo está sentado en una silla junto a mí mirando el camino, el camino que no llega a mi casa, sino que parte hacia esa línea que nos divide el cielo de todo, que parte e invita a partir desde mi casa, desde nosotros mismos. Y me descubro tomando su mano brindada en silencio, mirándome a mí misma en sus ojos y tomando su mano para partir, sin retroceso porque él decreto que next time will be last time. ¡Y sé que es así! Y me descubro que realmente yo soy la cercada e invadida en un círculo irrompible de amor de donde no podré escapar jamás. Porque este hombre que viene desde la Antigüedad,  difusamente primero, y luego cada día más nítido y real, este hombre-domador que se sentó a mi lado y me tomó suavemente las astas, y yo ciega, le toqué el rostro con mis dedos y pregunté: ¿eres tú? Le toqué el rostro y asintió: soy yo, como si decretara al Universo su llegada. Este hombre realmente es el hombre que fui moldeando, forjando en todos los hombres que dejé en mi camino, que se quedaron o simplemente se fueron. El sencillamente es el hombre –dharmático- que viene desde la Antigüedad para quedarse, por siempre quedarse porque next time (this) is the last time, y lo ha decretado. Sin más, lo ha decretado. Así que sentada en el umbral de mí misma, tomo su mano brindada, suspiro y echo andar a su lado, echo andar con él, porque él simplemente lo ha decretado.

2 comentarios:

  1. Ya no te veo llegar sola ,sino en una carroza atavica como su alma de hombre antiguo,Y el templo se abre y agiganta de alegria a todo el campo,mas alla del arbol del espiritu.Y desde la antiguedad hasta la infinitud,pariras tu amor cosmico en todos sus abrazos y la felicidad de esta servidora crece tanto como tu dicha,sabia que existe,que si se puede,que hay ,que son ,que estan donde el mismisimo amor.

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  2. Amen y que así sea!!! Te quiero loca!!

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