domingo, 23 de diciembre de 2012

Fotografía de encuentro (Del libro "Exorcismo Final". CAAW Ediciones Erótika, 2015, Segunda Edición)


A G**, fotógrafo

Click. Me chupo el índice lasciva con los ojos entrecerrados. Acostada vestida en aquella camita. Mi otra mano se pierde bajo mi minifalda. Tú estás gozándome detrás de tu lente. Yo inicio mi acto de enloquecer tus hormonas. Click.
(Pausa) “¿Cuánto tiempo hace?”, dijiste, “11 años, han pasado 11 años” contesto, y tus ojos habituados a descubrir imágenes me desnudan, pieza a pieza despacio, como si tuvieras todo el tiempo del mundo en aquellos dos dedos de vodka a la roca, como si estuvieras otra vez en aquella camita, mi camita.
Click. Acostada vestida. Una mano sube la minifalda. No llevo pantis. La otra mano se hunde en mi vagina. Cierro los ojos. Me muerdo los labios. Los muslos apretados para aguantar los temblores. El lente se mueve. Se pierde el foco. Tus manos tiemblan. Click.
(Pausa) “Estas bella, igualita” susurras y bebes un trago largo como si el recuerdo te secara la garganta, como si necesitaras mojarlo para desdibujar mi cuerpo desnudo haciéndote señas para que dejes la cámara y me penetres. Te mueves inquieto en la banqueta porque la erección revienta el pants, masajeas disimuladamente tu entrepierna y vuelves a beber, largo, sediento.
Click. Mi cara es una mueca de complacencia. Los ojos entrecerrados. Blancos. Mis dos manos penetrándome. La minifalda enrollada en mi ingle. Las rodillas juntas. Apretadas. La sábana arrugada. Una esquina de ventana por donde se cuela el sol. Click.
(Pausa) “¿Te divorciaste?” indagas. “Sí”. “¿Tienes novio?” continúas. “No” monosilábica apuro mi margarita. Tus ojos como la lente de tu cámara, atentos a mis labios y mi lengua que tragan, tragan. Cierras el puño como si apretaras el obturador. Cierras los ojos, la frente te suda, e intuyo que sigo tragando en algún rincón de tu cerebro. ¡Trago!
Click. Medio sonrío. Mi mano húmeda en mi boca. Tu mano metida en el plano. Tocando mi mano mojada. Buscando mi humedad. Mi otra mano relajada saliendo de entre mis muslos. Mis muslos blancos sobre mi camita. La blusa medio abierta. Mis ojos sonríen satisfechos. Chinitos. Plano inclinado. Tú no puedes más. Espectador ¿pasivo? Ojo tras la lente. Click
(Pausa) “Todavía tengo tus fotos”. “Yo las quiero”, contesté rápido. “¿Quieres que te haga nuevas fotos desnuda?” “No, quiero aquellas”. “¿Pero no quieres nuevas fotos desnuda?” Insistes morboso. Ahora soy yo la que trago de una sentada mi margarita. Cierro los ojos y en algún rincón de mi cerebro me veo tragando, sigo tragándote.
Click. Un estudio cerca de la Calle 8. Los dos solos. Un sofá viejo con una manta multicolor. Las luces listas. Una red negra. Yo desnuda. Mi pelo rojo suelto hasta la cintura. Mojado. Ondulado. Descalza. Tu lente abre y cierra, cierra y abre. Penetrándome. La red sobre mi cara. Sobre mis tetas. Tu lente se acerca. Primer plano. Respiras cada vez más fuerte. Mi perfil con la red sobre mi cabeza. Plano detalle. El pelo me cubre la cara. Las piernas abiertas. Mis dedos tapando los pezones. Mi piel blanca. Suave. La red negra. La red negra sobre mi barriga. Descubriendo todo. Blanco/negro. Tu lente abre y cierra, cierra y abre. Disparando. Me tocas. Tus manos sudan. Tu respiración es un huracán. Me tocas. Acaricias fuerte. Respiras fuerte. Me besas los hombros como un caníbal. Me agarras las tetas con dureza. Me empujas hacia ti. Brusco. Macho. Tu pinga maltrata mi nalga. Tu pinga detrás del zipper. Detrás del jeans. Maltrata mi nalga. Me aprietas duro contra ti. Me restriegas el zipper. Tu jeans. Tu pinga. Mi nalga. La cámara hace malabares en una de tus manos. La otra mano intenta abarcarlo todo. Todo mí. Tu mano enloquece. Suda. Tu saliva desborda mi cuello. Tu boca me mastica. Tu boca en mi cuello. Tus dientes me lastiman. Tus dientes. Tus labios. Mi cuello. Finalmente desesperas. Me agarras por la cintura. Me lanzas sobre el sofá. Te arrancas el zipper. Liberas la bestia. La bestia se me cuela entre los labios. Muerdo. Lamo. Saboreo. Ensalivo. Fricciono. Punta de lengua-garganta-garganta-punta de lengua. Acaricio con mis labios. Tu cámara sigue haciendo malabares en tu mano. La otra mano me agarra los pelos. Me empujas la cabeza. Me enseñas a domesticar tu bestia desenfrenada en mi boca. Tu cámara no se detiene. La lente abre y cierra, cierra y abre. Me atraganto pero no paro. Tus dedos se aferran a mis pelos. Una convulsión te posee. Frenética apuro los movimientos. Labios-lengua-fricción-garganta. Gritas. Animal. La lente se abre. Se abre. Se abre en un movimiento detenido. Infinito. Un olor a cloro me inunda la garganta. Me sale por la nariz. Gritas. Trago, trago, trago. “¿Y yo qué?” Te miro devorándote epidermis. Dermis. Me abro de piernas al infinito. Visualizas. Tu respiración agarra fuerza 5. La bestia mete un cabezazo. Repunta.  Colocas la cámara en el piso. Suavemente. Te arranco el pantalón. La bestia resopla en mi mejilla. Golpeándome mi mejilla. Te enredas con el pullover. Con la manta multicolor. Una pierna. Una pierna sobre el espaldar del sofá. Te arrodillas en el sofá. Frente a mí. Mirando fijo ese hueco misterioso. Abierto. Profundo. Metes tus dedos. Te regodeas en lo mojado. Suspiro. Tu mano mojada acaricia la bestia. Suave. Adelante y atrás. Atrás y adelante. Tu mano otra vez. Tu lengua. Tu boca que me come. Tu boca en mi hueco. Profundo. Abierto. Lengua-mano-dedo-lengua-labios-hueco. Tus dos manos agarran. Carne. Agarran. Brusco. Macho. Tu lengua acaricia. Clítoris inflamado. Lengua. Manos. Dedo. Labios. Grito. Desesperada. “¡Métemela cojones!” ordeno. Te ríes. “Espérate mami chula”. Te ríes. Acaricias tu bestia con tu mano mojada. Adelante, atrás. Adelante, atrás. Furiosa te agarro con mis dos manos por las nalgas. Te empujo. Te clavo en mí. Adelante y atrás. Atrás y adelante. Adelante y atrás. Grito. Silencio. Tu respiración. Mi respiración. De tormenta a calma. Silencio. Click.
(Pausa) “Todavía tengo tu foto” sentencio. “¿Cuál?” preguntas curioso. “Aquella, la de la red negra”. Y pides otro vodka a la roca. “¿Aquella?” “Aquella”. Y yo también pido otra margarita. “¿Cuánto tiempo hace?” Y me rozas con los dedos el antebrazo. Tus manos sudan. Tu respiración es cada vez más fuerte. Es un huracán. Scorpions canta por algún rincón “walking down the street, distant memories…” Tus manos sudan… “take me to the magic of the moment on a glory night…” Te tocas la entrepierna. Cierro los ojos y veo la bestia. Mis manos sudan. ¿O son tus manos? No sé. Me erizo. El tequila quema mi garganta y un olor a cloro me sube a la nariz, suave. Abro los ojos. Tú estás también distante, muy lejos e intuyo que en alguna esquina de tu cerebro me tienes tragando. Bebes. El cristal y el vodka distorsionan tu rostro. Caen gotas. La bestia. “¿Realmente quieres hacerme fotos desnuda otra vez?” “Claro mami chula, tú sabes que tú eres especial para mi”. Mis manos sudan. Tus manos sudan. Trago, trago, trago. “Está bien, hagamos más desnudos”. Brindamos. Trago, trago, trago. La bestia repunta, cabecea y yo cierro los ojos encomendándome al que sea. No quiero pensar que otra vez la desaté. La bestia. Trago. Tu respiración. Mi respiración. De tormenta a calma. Silencio. (Pausa) Click.



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Narración finalista en el concurso "Los cuerpos del deseo", I Edición, Miami 2012
Publicado en http://neoclubpress.com/fotografia-de-encuentro-100934087.html







jueves, 6 de diciembre de 2012

Cuando un amigo se va...


A mi madre siempre le ha gustado Alberto Cortez, yo lo considero muy sobreactuado pero mi madre de tanto escucharlo, me hizo escucharlo a mi tambien miles de veces, y sin embargo, la única canción que siempre recuerdo es su "Cuando un amigo se va", porque era la única canción que siempre me pareció que cantaba con sentimiento genuino, llorando el alma. Y "Cuando un amigo se va" es irremediablemente la canción que viene a mi cuando me entero de la muerte de un amigo querido y es justo la canción que está sonando ahora en mis entrañas al ritmo de una tumba cubana, en una esquina del Parque Trillo en Cayo Hueso, Centro Habana.
Anoche le tocó a Alfredito sorprenderme. Justo cuando iba cerrando todas mis ventanas en Internet, alguien publicó en el cibersolar la noticia de su muerte y lo primero que pensé que era una jodedera de Alfredito, otra de sus bromas, de sus "cueros" interminables. Lo busqué y al abrir su muro, me invadió una avalancha de mensajes de amigos deseándole descanso, buen viaje y luz y progreso. Y tuve la certeza de que no era una broma, que realmente el Alfredito se había ido para siempre.
Entre las lágrimas y el desespero, rondando la madrugada pensaba en Alfredito y lo veía llegar a la Plaza de Armas, en aquellos principios de 90, acompañado de Mauricio (EPD también) y Oniel. Los Gremlins le pusimos, porque en aquel grupo de amigos era obligatorio tener un nombrete, hasta el punto que algunos no conocemos el nombre verdadero de otros. Alfredito llegaba y formaba un remolino, dando "cuero", tocando rumba en cuanta superficie hubiera en la Plaza, riéndose sin parar en movimiento perpetuo, porque Alfredito fue el primer hijo de Eleggua que conocí que tenía la personalidad del Orisha por el "manual" y además, de los pocos que he conocido que lograron equilibrar en sí mismo una mezcla rara de "friqui", guapo rumbero de Cayo Hueso y músico underground urbano, sin que se le arrugara la ropa.
Después conocí a su abuela, Abuela Yuya, y con esa capacidad tremenda que tenía Abuela Yuya de adoptar nietos, fui adoptada en su casa y no había semana que no pasara uno o dos días a tomarle el café a Abuela Yuya en sus sillones, en el medio de Cayo Hueso a dos cuadras del Parque Trillo, hasta el día antes de irme. Y ahí estaba siempre Alfredito, huyéndole al regaño de Abuela Yuya, con un cigarro en la mano en conversaciones interminables en los sillones donde me contaba de su madre Sara (EPD también) a la que amaba con locura, de las trastadas de Germinal su padre (EPD también) a quien admiraba con locura, de las últimas aventuras de los socios, de sus hermanos. Ahí estaba Alfredito con su eterno cigarro en la mano, dándole clases de percusión a extranjeros a los que llamábamos "malangones" porque no les entraba la música por ningún lado, aprendiendo a pura voluntad autodidacta a "tocar" haciendo gala de ese oído privilegiado que quizás heredó de su padre, riéndose siempre, tocando la tumba o los batá a cada momento con esa disposición constante a formar el toque de tambor donde quiera que estuviera, con la botella de ron pasando de mano en mano y la alegría inifinita. Ahí estaba Alfredito sin perder la risa en la cara aguantando juicio, prisión, -y recuerdo esa época y se me eriza el estómago visualizando todo el sufrimiento familiar por la cárcel de Alfredito-, haciendo amigos adentro, tocando tambor entre cuatro paredes y portándose bien para salir pronto. Ahí estaba Alfredito noviando con mi amiga Marisela, jodiendo con mi hermana Yania, venerando a su hermana Ibis, tomando ron en el solar de El Martillo, entrando sudado de la calle protestando por el calor, pasándose su mano siempre "empañuelada" por la calva, abriendo los ojos mientras gritaba: "qué volá esta tu niñaaaa?? Candela pal sindicato!!!", porque si alguien conocía y repetía todos los dicharachos populares del barrio, era Alfredito. 
Despué me fui de Cuba y lo perdí de vista aunque siempre recibía noticias por Ibis, Marisela, los amigos en común, hasta el día que apareció en el cibersolar, vestido de blanco, con sus collares, su cigarro en la mano y su eterna sonrisa metiéndome un grito (escrito) junto al friend request, y lo tuve nuevamente (virtual) sentado en un sillón, fumando, tocando tambor, cantando, sudado, con un dicho en los labios, explotando la nostalgia musical por su muro, reunido con amigos comunes en cientos de fotos donde uno se sorprendía al ver "cojoneeeeee a este socio que hace un millón de años que no veo, que no sé por donde anda y repinga que viejo se ha puesto, Alfredito socio, cuéntame de él", metiendo "muelas" esporádicas sobre Abuela Yuya (EPD también), Germinal (EPD) y su hija Sara Paula, una negra bella como su abuela Sara, con uns pelos fenomenales y una sonrisa eterna como su padre Alfredito que era la única en este mundo mundial que lograba tirarle el cable a tierra al Alfredito, que lograba volverlo un tin responsable y comprometido con una vida que ahora me cuenta Ibis en un mensaje escueto por el dolor, desgastó cuando no asumió un cáncer descubierto hace dos años y que lo mató. Porque el Alfredito era así, un Elegguacito de pura cepa que vino al mundo a abrirnos caminos de alegría, de música, de tertulias, de amistad, lejos del dolor, la oscuridad y las malas energías; caminos de vida que sé ahora andará abriendo por donde quiera que esté tocando los tambores junto a Sara, Germinal y Abuela Yuya, con su eterna sonrisa, su cigarro en la mano, su trapito blanco pa' secarse la cara y la calva, sus collares, sus dicharachos, su barbita y esa mezcla rara de friqui, guapo rumbero de Cayo Hueso y músico underground urbano, sin que se le arrugara la ropa. Y lo único que pido es que no descanse en paz ni cojones, que siga y siga sin detenerse, espíritu de luz y progreso al ritmo de un batá en la esquina del Parque Trillo, sonriéndonos y gritando: qué volá esta tu niña?? Candela pal sindicato!!!... Alfredito, negro rumbero, te extrañaremos!!! Bendiciones especiales de Madre Agua pa' ti en una versión al guaguancó de "Cuando un amigo se va" pa' que tengas un buen viaje!!.. digo yo.