sábado, 22 de noviembre de 2014

Yovana y el sacerdocio de lo sexual


Por: Armando de Armas
(Palabras de presentación del libro publicadas en Otro Lunes)
Exorcismo Final, Bokeh 2014, de la exiliada cubana Yovana Martínez, es un volumen de relatos sobre lo sagrado, sobre el sexo como máxima manifestación de lo sagrado en el mundo físico.
Mención aparte merece el dios griego Pan porque éste encarna como ningún otro un aspecto de la sexualidad que es, en definitiva, un aspecto consustancial a la divinidad, me refiero al temor, y al terror, que inspira lo condicionante sobre lo condicionado, lo inmortal sobre lo mortal. Por ello lo pánico puede referirse lo mismo al miedo incontrolable que al deseo sexual incontrolable. El pánico, obvio, lo produce Pan. Cuando en Cuba las jineteras declaran que van a hacer el pan se refieren en un plano consciente a que van en busca del sustento mediante la molienda en la entrepierna, pero quizá también habría en esa declaración una invocación inconsciente para laborar eficazmente sobre el falo bajo los auspicios del viejo Pan.

Mi amigo el poeta Armando Álvarez Bravo suele asegurar que en la modernidad las únicas instituciones serias que quedan son la Mafia Siciliana y el Opus Dei.
Pero el sexo no deja de ser serio, es decir sacro, ni aun siendo enlatado y rentado en el porno exprés o, miren ustedes, ni siquiera en aquel inefable momento estadounidense en que Bill Clinton y Monica Lewinsky dijeron que la práctica entrambos del sexo oral aliñada con un heroico habano en el despacho Oval de la Casa Blanca no era una relación sexual o, para rematar, ni siquiera cuando la feminista Hillary dijo, en defensa de la familia, que todo no era más que una conspiración de la demoniaca derechona.
Los antiguos, tan sabios, tenían sus dioses y demonios para el desenvolvimiento sexual. Así, por ejemplo, los romanos tenían a Venus, los judíos a Lilith, los arios a Freyja, los griegos a Eros y Afrodita, los egipcios a Anuket, y los yoruba a Ochum.
Por ello tal vez Yovana escribe en el relato La sorpresa, del volumen que presentamos:
armando-de-armas-2-otraopinion-OtroLunes35“Tengo miedo, y como siempre, el miedo me paraliza. Debo tener mis ojos enormes de vaca abiertos a todo lo que dan por el miedo, porque me arden (…) Me asusta la mano de mi novio desabotonándome la saya para meter la mano en mi blúmer (…) Se escupe una mano y se frota con esa mano la pinga. Se pone sobre mí y sin darme cuenta me mete la pinga. Doy un grito de dolor, pero él me tapa la boca, mientras se esfuerza por seguir metiéndome la pinga dura. Siento como si estuviera metiéndome un edificio a empujones por ahí para adentro. Me duele, me arde (…) Tengo miedo, me duele y no puedo moverme (…) De pronto hace como la otra noche. Se pone rígido, convulsiona como si tuviera un ataque epiléptico y de adentro de la garganta le sale un ruido raro como de un animal salvaje”…
El dolor y el deseo, la muerte y la inmortalidad, el miedo y el alma, lo sucio y lo sublime, el poder y la perversión, el alimento y la abstención, lo caníbal y lo celestial, la orgía y la gloria son expresiones consustanciales al sexo y a lo sagrado; al sexo como expresión última de lo sagrado.
El temor de Dios no es una fábula de pacatos, es una prevención de los pragmáticos. Por ello nadie en su sano juicio entre los antiguos semitas osaría acercarse al Arca de la Alianza sin la debida prevención y protección iniciática. Dios es fálico, mata y se expande mediante el falo. Lo intuye Yovana cuando escribe en el relato Vieja columna para un Lobo Estepario, de este libro,  que una “columna puede ser la única ascensión posible al cielo. Y mucho más si detrás de esa columna me esperas tú”…  Si detrás de esa columna acecha Dios, digo yo.
En todas las religiones primordiales el devoto devora al dios, para incorporar, apropiarse de sus propiedades. Es lo que sobrevive sublimado en el acto de tragar la Venerable Hostia y de beber el Venerable Vino en el sacramento de la Eucaristía o Santa Misa. Nada menos que jamarse, como diría Yovana, no sólo la carne sino también la sangre de Cristo simbolizados en la harina de trigo y en la uva podrida. Lo más bajo por lo más alto. El vicio por la virtud.
Por ello en el folklor cubiche jamarse la jeva es consumar el acto sexual. Por ello se le llama vianda al falo, papaya a la vagina, leche al semen y pastel a la orgía. Por ello ante el hambre y el ateísmo impuestos en la isla por los comunistas, al cubano no le ha quedado otra que darse al hartazgo del sexo no sólo como sucedáneo del alimento sino del alma. Con los peligros del alma hemos topado.
No habría aventura como la experimentada en los misterios orgiásticos; en los ritos de las festividades agrarias. Allí donde desaparecería todo pensamiento pecaminoso, todo sentido de culpa, porque el individuo logra salir del sí mismo, expandirse en lo colectivo tribal, en el ejercicio desaforado del sexo en un sentido sacrificial; sexo sacramentado. Auténtica aventura en que se difuminan el arriba y el abajo, el adentro y el afuera, el aquí y el allá; el tuyo y el mío. En la orgía se suprime toda exclusión. Acá el hombre está desnudo no ante sí, no ante el otro, sino ante los dioses. Así, en la orgía, se suprimen no sólo los condicionamientos de lo social, sino también los condicionamientos de los estratos más profundos de la psiquis. Luego, en la orgía estaríamos avanzando hacia la liberación total.
Ocurre con la orgía un descenso a las aguas, fluidos primordiales. Las aguas, los fluidos, como símbolo de lo femenino. Vuelta a la Diosa Madre. Victoria de la Vulva. Regreso a lo indiferenciado, al caos regenerativo. La orgía sucede siempre bajo el signo de lo femenino, no importa que haya hombres participando, no importa que esos hombres hayan seducido u obligado a las mujeres a tomar parte de la orgía. Una vez que se desencadene la orgía las mujeres mandan, son el centro, vacío a llenar, y los hombres obedecen; aun cuando crean que mandan.
Para subir al cielo hay que bajar al infierno. Toda luz emite una sombra. A todo santo le sale su satán. A todo Cristo su Anticristo. Por eso el muerto pare al santo. Por eso para vivir hay que morir. Por la misma razón el ocho simboliza la muerte y la eternidad al mismo tiempo. Por lo mismo el Cristo Crucificado, desnudo y sangrante, es al unísono el más débil y el más fuerte de todos los dioses. De modo que en el segundo del orgasmo se muere y a la vez se vive. Yovana parece verlo en el primer relato de este volumen: Se queda quieto. Tiene la frente muy sudada, los ojos cerrados y siento que va aflojando todo su cuerpo. Se va aflojando hasta que cae sobre mí, desvanecido (…) No sé qué hacer, tengo miedo y ganas de llorar”… Por ello el Tantra Yoga, y la mayoría de las vías de la iluminación, previenen sobre la emisión del semen. Por esa razón el hombre virilmente más poderoso no sería el que más se derrame sino el que más se contenga. Aunque al final ha de derramarse para empoderarse; aflojarse para fortalecerse. Morir para dar vida.
No por gusto, en las órdenes de caballería que procesaban el culto de la mujer, la prueba última del caballero, llamada asag, consistía en pasar una noche en el lecho con la mujer completamente desnuda sin realizar nin­gún acto carnal, no como una disciplina de castidad, sino para exasperar el deseo. Bajo el precepto, creo, de que quien sabe aguardar está en capacidad de disfrutar, vivir más.
Con el orgasmo se arriba al cielo, para inmediatamente caer en el infierno. Hemingway lo ve y lo plasma en Por quién doblan las campanas, en esa memorable escena en que los protagonistas tienen un orgasmo sobre la tierra y sienten que la misma se abre un abismo bajo sus cuerpos sudados.
Por ello el folklor nórdico ario está repleto de caballeros maculados, marcados, muertos en el intento de la conquista de las mieles del Grial. El Grial acá como continente, como vacío que espera un lleno. Narraciones que reflejan una edad arcaica de sexo sacramental, para la liberación de unas energías que conectan con lo divino; pura magia operacional. Es el secreto que preservaban muchas órdenes iniciáticas en el medioevo y el renacimiento, como los Templarios y los Fieles de Amor (a la que perteneció nada menos que Dante Alighieri), que entroncaban subterráneamente con los cultos mistéricos de la Diosa Madre, la Astarté-Ischtar que desde Asiria y Babilonia se expande por Egipto, Grecia y Roma, órdenes donde la mujer recibía al feligrés en su templo para juntos acceder a los dones de la diosa, diosa ella misma. Recuerden que templar viene de templo. Templar no sería otra cosa que tener acceso al templo.
Pero, la modernidad suele malearlo todo y ni el sexo escapa. Parece que lo moderno no inicia con esa sonsera de la Internet, sino con la desacralización del sexo. Al perderse la perspectiva numinosa de lo sexual, es sustituida por el honor que ahora viene a posarse en la entrepierna y, en consecuencia, al reprimirse el desempeño en la entrepierna en nombre del honor, ocurre entonces una revolución de signo contrario, sobre la que el filósofo tradicionalista italiano Julius Evola se limitaba a señalar el ca­rácter colectivo y, en cierto sentido, abstracto del erotismo y del tipo de fascinación que se concentra actualmente en los ídolos femeninos más recientes, en una atmosfera alimentada de mil maneras:  cine, revistas ilustradas, anuncios de tv,  espectáculos, concursos de belleza y demás.
Acá la persona real de la mujer es frecuentemente una especie de soporte casi enteramente desprovisto de alma, usada hasta para vender aspirinas y aspiradoras, un centro de cristali­zación de esta atmósfera de sexualidad difusa y crónica, de tal modo que la mayor parte de las estrellas de rasgos fascinantes, mujeres fatales como las ha popularizado el séptimo arte, en realidad, como personas, tienen cualidades sexuales muy mediocres y decadentes, siendo su fondo existencial, más o menos, el de mujeres ordinarias desviadas, con rasgos neuróticos y por lo mismo insatisfechas hasta la madre. Respecto a ellas, ha sido empleada muy justamente la imagen de las medusas con sus magníficos colores iridiscentes que se reducen a una masa gelatino­sa y se evaporan cuando se las coloca al sol, fuera del agua; el agua correspondería, en este caso a una atmósfera de sexualidad difusa y co­lectiva. Esta es la contrapartida en la mujer de esos hombres que se distinguen en la actualidad por su fuerza, por su masculinidad pura­mente atlética o deportiva, machos duros donde los haya, pero que, ay, igual que en el caso de la mujer se reducen a masa gelatinosa que se evapora nada más se les pone al sol. Es la atmósfera que se percibe en el último relato de este volumen, Fantasía de rabbit a dos manos: “Cierro los ojos porque la luz que entra por la ventana me molesta, pero no corro las cortinas porque imaginar que alguien nos observa provoca más punzadas en mi vagina. «I’m no good for you». Dice Lenny mirando a la american woman a los ojos y entra Johnny con su jeans roto y su sombrero de cowboy. «I am!», grita Johnny agarrándose la portañuela con una mano”…
De los múltiples ismos que asolan la psiquis presente surge la humanidad sin atributos, esa que da título a la novela del gran Musil, y si en la antigüedad las mujeres serían adoradas como diosas por hombres verdaderamente viriles, en la modernidad serían adoradas como muñecas por infelices fantoches. En el libro de Yovana vive una diosa, prosa precisa mediante, que reclama ser adorada y apuesta por el exorcismo final que nos regrese sin demora a la real religiosidad de la vulva victoriosa.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Palabras de Denis Fortun en la presentación de Exorcismo Final, de Yovana Martínez


Exorcismo –del griego antiguo, para mí impronunciable, de ahí que use la versión romanizada de exorkismo- evento sobrenatural que mediante conjuros, ritos, y curas corajudos, se realiza para expulsar a una identidad maligna, sea de un ser humano, un animal, inclusive un objeto. En fin, se trata de un acto de fe que presupone, si resulta finalmente, la liberación de algo terrible que nos ha poseído.
Sin embargo, por mucho que me esfuerzo, no consigo visualizar a un sacerdote tal y como hiciese San Francisco de Asís contra los demontres de Arezzo, quebrando el embrujo que supuestamente ha reducido a Yovana desde su adolescencia.
Y es que ella, más que permitir el susodicho rompimiento del maleficio, con este cuaderno ubica a sus demonios en un estrato donde puede manipularlos, y hasta compartirlos.
Exorcismo Final, son las historias de una joven que alguna vez fue una inexperta, inocente, en medio de un entorno machista –hormonal e ideológico-, donde el amor no se presenta lo adecuadamente tierno, y en su primera tentativa figura como una suerte de avenencia puramente sexual que termina por aborrecer; descubriendo con anticipación lo ordinario de la vida; un toma y daca del que no siempre se sale con un saldo favorable.
Exorcismo final, un libro que un lector mojigato puede considerar escatológico, hasta horrible. Para mí, relatos con sobrada autenticidad que prorrumpen de los recuerdos más oscuros que habitan afinados en la memoria de su autora. Demonios con los que Yovana ha de convivir irremediablemente…




viernes, 13 de junio de 2014

¿Quién coño?

¿Quién coño le dijo a El que soy el puto salvavidas del Titanic
cuando soy el Titanic y veo el fondo del océano, inminente fondo
y a veces llueve tanto que no soporto su carga?
¿Quién coño le dijo a El que tengo que salvar
cuando yo misma no sé salvarme?
cuando tengo puertas entreabiertas frente a mí y no tengo GPS
cuando me paraliza el miedo, la soledad, la locura
cuando atardece y atardece, y no pronostican Luna Llena
cuando despierto humana y no sé reir
cuando no sé
simplemente no sé
no sé
¿Quién coño le dijo a El que soy el puto salvavidas del Titanic
y mi misión errante es misión?
¿Quién coño le dijo a El que confiara en mí
en mi fuerza
en mí?
¿Quién coño le dijo a El que soy el puto salvavidas del Titanic
cuando soy el Titanic
por los siglos de los siglos
el Titanic
barco fantasma repitiendo el path
año tras año de camino al icerberg
año tras año barco fantasma por los siglos de los siglos
de camino al icerberg
año tras año?
Sin remedio Titanic
¿Quién coño le dijo a El?
¿Quién coño?


jueves, 1 de mayo de 2014

Despedirse


Cuento para dormir a Carola cuando la noche llueve y teme a los rayos




Y entonces le cortaron las manos para que aprendiera a despedirse
pero la Reina protestó porque ya no podría
                                                                     (siempre protestaba como deporte)  
ni siquiera podría hacer las olitas esas pequeñas intermitentes impausables
y comenzaron a caer las criaturas marítimas de sus venas desangrantes boqueantes
y la Reina se horrorizó de la masacre a sus pies húmedos los pies la masacre
ni siquiera su madre la de él pudo calmarla con nanas en ruso
entonces le pintaron unas manos grandes brillantes multicolores las manos
pero cuando salía corriendo tras las eterolánguidas del Frío
tras sus cantos de flirteo se quedaban solitarias en el lienzo las manos
y era una catástrofe dijo la Reina masacre catástrofe y sonrió de rima
entonces le hicieron unas de papel cebolla transparente nítido que encandila
pero las despedazaba agitado
manos rasgadas al menor soplo de brisa y las criaturas marítimas intoxicadas
de comer el papel agitado despedazado
vino el músico de la Corte y entretejió unas manos de melodías complejas melodías
porque la complejidad gusta a las del Frío eterolánguidas viciosas de ferias
dijo él el desmanado porque mutilado le daba temblores y era suficiente no tenerlas
las manos
y además, la de adjetivos y sustantivos era ella la Reina
pero las melodías volaron alto como pajaritos imaginarios porque las nubes eran sexies
esponjosamente sexies y pálidas
así que decidió usar el logos esa zona activa excesivamente que colgaba de su cuello
(mucho incluso recordó ella la Reina)
se fabricó manos de logos porque necesitaba escribir y su computadora era sorda
vivía de escribir recuerdos del pasado vivía canon le decían amores pasados
pero las criaturas huyeron despavoridas ante el caudal del verbo
                                                                     (mucho incluso volvió a exclamar la Reina)
las criaturas marítimas digo huyeron despavoridas chakra activo
y las palabras tan liricosas se las lleva el viento liricosas palabras viento
lo típico
siguió desmanado no mutilado porque ya pautamos que le daban temblores
y comenzó a agitarse en olitas pequeñas intermitentes impausables grandes brillantes
multicolores transparente nítidas que encandilan
porque le daban temblores
sólo porque le daban temblores
la Reina gritó ¿te estás despidiendo? ¿aprendiste? y del susto logró que se enclaustrara
tímido se enclaustrara de cara a la pared en su rincón favorito
asustado de vehemencias intensas vehemencias asustado intensas las vehemencias
(¿era una redundancia? no sé dijo la Reina)
y la rabia de la ralladura
(así la llamaba él el desmanado no mutilado)
la rabia le construyó una torre de gruesas paredes estilo Rapunzel
la rabia le construyó porque él era desmanado y ya no construía
él no construía desdomesticado mutilado lo dijo en susurros porque le daban temblores
y se quedó allí eterolánguido en su rincón de enclaustramiento solo solitario
desmanado mutilado solo solitario
solitario
desasosegado
y cuando escuchaba voces se asomaba al ventanuco minúsculo se asomaba
y se agitaba en olitas pequeñas intermitentes impausables grandes brillantes
multicolores transparente nítidas que encandilan
pero era inútil
nadie lo veía ni aun cuando las criaturas marítimas brotaban en manatiales
de sus venas desangrantes brotaban y caian murmullosas por las gruesas paredes
nadie lo veía
ni siquiera los lobos después de comerse las ovejas aprovechando el tercer intento
del pastorcito travieso
ni siquiera los lobos que satisfechos aullaban a la Luna
esa que se escondía detrás de la torre de gruesas paredes estilo Rapunzel
que le construyó la rabia
esa que hacía la Sombra sobre sus manos inexistentes que no aprendían a despedirse
la Luna la Sombra las manos inexistentes amores pasados vivía mutilado vivía
pero la Reina recordó el manto tejido destejido a esperas y lo lanzó hacia arriba lo lanzó
mil veces lo lanzó hacia arriba hacia el ventanuco de la torre de gruesas paredes
lo lanzó
¿lo salvó? no sabemos aquí estamos esperando la saga la maldita saga.

Hay que aprender a despedirse Carola
porque las despedidas hacen lazos
esas cintas multicolores que bailan
cuando los recuerdos nos desasosiegan
y la única manera de entrelazar los recuerdos
en la canción de la Vida
es teniendo manos
porque a veces no hay quien escriba la saga
y nos salve de la Sombra.

sábado, 15 de febrero de 2014

Cantandole a la vida con mi padre y Santiaguito

Hoy es un día jodido pa’ mí porque es aniversario de muerte de mi padre, pero como hace mucho decidí celebrar la vida en vez de la muerte, aprovecho pa’ escribir esto antes de reventar, como un pequeño homenaje a la vida de mi padre.
Yo me fui de Cuba porque me dio la gana primero, y porque me cansé que me dirigieran el pensamiento y los sentimientos “orientándome” a quien tenía que recibir con una banderita de papel en Boyeros y a quien tenía que darle un mitin de repudio, por quien tenía que votar en las elecciones y por quien tenía que desfilar en las marchas del pueblo combatiente, que tenía que comer y que no tenía que comer, pero sobre todo me fui porque en 1991 entregué todas las membresías de organizaciones políticas y de masas porque no quería que mi vida fuera un eterno CDR y vivir en el miedo.
Justamente por eso también me fui de Mayami, porque los extremos son un uroboros que en su infinitud se repiten y en Mayami, esa ciudad que me encanta llena de buenos amigos, desgraciadamente abundan los CDR de cubanos radicales y fundamentalistas que como buitres -y me apropio del término que soltó alguien por el cibersolar- están al acecho de cualquier cadáver pa’ hacer festín con la carroña, tal y como ahora andan haciendo con Santiaguito Feliú, así como con cualquiera que ellos juzguen que tiene la menor debilidad ideológica, y entiéndase por debilidad ideológica todo lo que no entre en el rango de pensamiento establecido por ellos que desafortunadamente es bien estrecho, tal y como lo es el pensamiento del régimen.
Santiaguito fue ante todo, un artista, grande, que donde quiera que llegara dejaba una estela de luz, colores, versos y melodías, pero sobre todo dejaba una estela de vida, porque era un tipo que amaba y celebraba la vida. Si era rojo, azul o verde, me importa un carajo porque más allá de cualquier ideología, fue un hombre que nunca hizo daño a nadie con sus ideas, ni siquiera a los que disentían de ellas, y supo incluir a todos donde quiera que llegara, con su alegría y su arte. Y eso es justamente lo que tienen muchos que aprender en Mayami, que las ideologías son eso: ideas, y más que las ideas de cualquiera, lo que cuentan son los actos. Y Santiaguito era un tipo que con sus actos hacía que todos los quisieran con amor de verdad. Por eso prefiero mil veces un Santiaguito rojo, tal y como lo era mi padre, que cualquiera verde, morado o azul que con sus actos excluya o discrimine a otro por pensar diferente, ser negro, homosexual, o simplemente ser como a ellos no les gustaría que fueran, y que aprovechan la primera oportunidad, como buitres, pa’ salir proclamando la “manchita” que encontraron y sobre todo festejar el triunfo de descubridores de manchitas aglutinando a la multitud de dos pulgadas de pensamiento a su alrededor. Pero tal y como dijera Alier González en su muro, una mujer valiente que no conozco personalmente, me complace ver que las personas honestas y sensatas a mi alrededor son quienes lamentan la pérdida de Santiaguito y eso pa’ mí es la medida.
Y como la lucidez es mi medida y ya dije que hoy es un día jodido pa’ mí, declaro que prefiero a un Santiaguito rojo como mi padre, porque no me da la gana que el régimen gane y nos mantenga aun fuera de la Isla, como en un eterno CDR, vigilándonos y odiándonos los unos a los otros. No me da la gana que en su senilidad ridícula, Fidel Castro Ruz se regocije porque durante 55 años de represión nos enseñó muy bien la lección de salir a gritar como perros rabiosos contra cualquiera como si fueran los obligatorios dos minutos de odio escritos por Orwell en “1984” pa’ seguir siendo bien vistos y aceptados ideológicamente, y sobre todo no me da la gana que el régimen siga quitándome cosas: mi barrio, mis amigos, mi familia, mi padre, el retorno a mi país, y ahora el recuerdo de todo aquello que me mantenía a salvo sin enloquecer en Labana, aquello que era un oasis dentro de un entorno social y político sin sentido y donde entre tantas cosas salvadoras estaban las canciones de Santiaguito..
También declaro que no me da la gana seguir viendo y escuchando que la rabia de un grupo del exilio siga manchando con su cacareada “pulcritud ideológica” todo lo que fuimos y amamos, al estilo de los sicarios del régimen y a la multitud hambrienta que los apoya. A ese grupo del exilio, lo único que les doy es mi lástima infinita por su incapacidad de amar, de incluir y de unir; mi lástima por su ceguera al no darse cuenta que la muerte de un Santiaguito unió a muchos de mi generación por un día a través del recuerdo de los versos de un trovador que nos hacían pensar diferente al pensamiento oficialista imperante; pero sobre todo lástima porque no pueden apreciar lo verdadero bello de la vida, esos detalles que nos hacen ser mejores todos los días. A ese grupo le digo que hoy sigo escogiendo la senda del amor que me lleva a escuchar una canción de Santiaguito y recordar al novio aquel que nos besaba excitado en la Escalinata; estrechar la mano de Yoani Sánchez por ser una mujer valiente que sale de Cuba a decir lo que piensa y regresa con su esposo e hijo a seguir metida dentro del monstruo, en vez de criticarla y juzgarla; mover el culo en un concierto de los Van Van con la música que te enseñó a bailar en la adolescencia, sin llenar editoriales por la estúpida declaración del estúpido Mayito, mientras en Labana golpean a las Damas de Blanco y eso sí merece páginas completas de periódicos pa’ que todos se enteren de los actos represivos del régimen; escuchar hablar a Rodiles en vez de reverenciar a los ex agentes de la Seguridad Cubana que se sientan en cualquier programa local de las 8 de la noche a contar los “secretos” del régimen del cual fueron protagonistas, como si fueran hazañas de guerra;  tomarme un café en mi cocina con un amigo-hermano que vive en Suecia y con un hombre veterano de la Brigada 2506 que prefiere dialogar con nosotros dos que gritar de rabia junto a sus compañeros de organización; apoyar a cualquiera que presente una idea, un proyecto que nos una en la causa común de destruir al régimen y que pienso puede ser desde que Cuba se abra a los viajes del exilio pa’ que nosotros vayamos allá a contar como se vive en democracia y sembrar la ideología diferente, hasta recibir a cualquier cubano aquí de visita y dialogar con él sobre la diferencia de la democracia y el régimen, y que esas ideas le den vueltas en su cabeza y lo haga dudar. Y lo pienso, porque aprendí hace mucho tiempo que la rabia, la represión, la desinformación, el bloqueo, la alineación, la no inclusión y todo lo que mantenga al pueblo cubano aislado, no nos llevará a solución que elimine al régimen, y sobre todo, porque pienso que la solución vendrá de adentro, no desde la comodidad del mostrador del Versailles con dos croquetas cubanas y un cafecito en la mano. Pero eso es tema pa’ otro post y en este, a ese grupo del exilio les deseo bendiciones pa’ que sigan caminando por favor, pero bien lejos de mi camino, porque mi grupo del exilio son los honestos y sensatos.
Y ahora que dije lo que me dio la gana y repito que es un día jodido pa’ mí, prefiero homenajear a mi padre y a Santiaguito celebrando la vida, y por eso pondré a los Van Van a todo volumen, porque mi padre era más de música romántica y casino, y a los dos, les daré gracias por enseñarme que el amor es la única salvación. Luz y progreso pa’ sus espíritus, y ojalá que donde quiera que estén, no les toque compartir con los de dos de pulgadas de pensamiento, no porque se negarán a compartir con ellos o les molestará, sino porque esos, los lobectómicos cerebrales no apreciarán la alegría de la vida y se pasarán toda la velada buscándole los defectos… digo yo.