(Palabras de presentación a la novela 2x2 no siempre es 4, del escritor Carlos A. Dueñas, en Miami, el viernes 11 de noviembre, 2016)
Entre las tantas complacencias que nos legaron los
griegos, al amparo del saber y de ese hedonismo que ejercían con tanto
refinamiento, está la literatura en su forma expresamente impúdica. Los primeros
escritos sobre erotismo se remontan a esa Grecia lúcida y sensual, donde dioses
y mortales se deleitaban con los placeres de la existencia terrenal y etérea, a
nivel de cuerpo y mente, con vigor e ilustración. Está Aristófanes, por
ejemplo, el más conocido autor, con su obra Lisístrata,
junto a Sótades -suerte de padre de la literatura sotádica, como igual se
nombra a la literatura erótica-, con sus poemas apocalípticos, satíricos, por
los que, incluso, hubo de ir a la prisión al criticar el incesto de Ptolomeo
con su hermana Arsínoe; y Luciano, a quien se le atribuye la hechura del libro pornográfico
más antiguo: Los diálogos de las
cortesanas.
Amén de franjas sombrías en su andar, increíblemente refrendadas
con obstinación en la modernidad, el hombre desde que reconociera su mayoría de
edad intelectual, ha sentido esa necesidad casi convulsa de expresarse a través
del arte y la literatura. Esta última, en cualquiera de sus formas, ha servido
para consentir esa pretensión. Cuentos, novelas, crónicas, teatro, manuales,
poemas y memorias sobradamente excitantes, cantan y relatan los más
innumerables temas que, como humanos, nos perturban, presuponen trascendencia,
y el erotismo, sin reducirlo a privanzas, ha estado presente; incluso, la pornografía
si se fragua como una descripción lacónica de los placeres carnales y sin
alcanzar la obscenidad, que la distingue, cuando desprecia el acto producto del
tizne que carga consigo el lenguaje escatológico, lo que empaña el recorrido idéntico
que comparten con el erotismo, al resultar menos revalorizada.
Pero muy poco ha cambiado desde los griegos antiguos
hasta hoy. Y todo vale al amparo de Eros y Príapo. Y ese todo va asociado a la cultura en general, y unas veces es bodrio, y
otras se proyecta con viso de obra maestra, en la literatura romana, vale citar
El arte de amar, de Ovidio; El Satiricón, de Petronio. En la India, El Kama Sutra, el más célebre manual
sobre prácticas sexuales. En el Renacimiento, El Decamerón, de Boccaccio; Facecias,
de Bracciolini; un poco más adelante, Aline
y Valcour, del no menos reputado maestro en estas lides de carnes, jadeo,
sudor, emociones enérgicas, el Marqués de Sade. Sin desmerecer otros clásicos del
género, y olvidar otras nada que ver con esta singularidad literaria, en los
que en sus páginas se encuentras pasajes de intensa lubricidad.
Sin embargo, el mundo ha sido lo bastante melindroso con
la literatura erótica. Desde sus inicios, lo mismo ha sufrido un estigma que la
reduce a lo prohibitivo, lo pecaminoso, y ha recibido de la sociedad un
aparente rechazo; y digo aparente porque igual el descredito es fingido. El hombre
no está únicamente ávido por decir, sino por examinarse y disfrutar de todo lo
que proporcione placer. Y no hay margen a dudas, el sexo es de las
delectaciones más urgentes y demandadas. Por solo mencionar un ejemplo, la
novela Fifty Shades of Grey, de la británica
E.L. James (y luego, acusan a los ingleses de flemáticos e imperturbables), ha
vendido más de 31 millones de copias en todo el mundo, y la historia de Ana
Steele y Christian Grey ha sido llevada al cine, a pesar de que la crítica
especializada considere a la susodicha novela como ficción menor y a sus
lectores no muy exigentes, que digamos, sobre todo el lector femenino, que
aparentemente debería rechazar la historia con indignación al mostrarse a la
mujer como un objeto manso, manipulable. Por cierto, un dato al margen,
sugestivo, sobre escritores ingleses, las ventas de Fifty Shades of Grey superan a la saga de Harry Potter, lo que evidencia mi comentario anterior: el sexo
atrae más que la fantasía, aun cuando en esta, una vara mágica sea un arma
recurrente.
Por supuesto, esa dualidad de tramoya que marca a la
literatura erótica, en la actualidad no ha desparecido. Aún quedan legiones de
puritanos que la condenan, a pesar de que hoy día el rechazo debería centrarse
en la forma y no el contenido; que una historia por muy buena que sea, no
merece ser mal contada, aun cuando involucre un tema tan
"fascinante". Y es justamente aquí donde se impone comentar la novela
que nos reúne esta noche.
2x2 nosiempre es 4 (CAAW Ediciones, 2016), de Carlos Alberto Dueñas, narra
una historia, en apariencia, como muchas otras de amor y sexo. Su autor lo hace
con una prosa sosegada, decente, que insinúa, y que al instante de leerla bien
puede excitarlo, sin caer, por eso, la palabra en el punto escatológico que me refería
al inicio de esta presentación, y que se explora en la pornografía más
descarnada. Sin embargo, la historia de Nicole, una exitosa y sensual editora,
no se somete exclusivamente a provocarnos fantasías instintivas, hay más, pues
hay conflicto. Ella es una mujer que carga un fardo pesado: ha de lidiar, hasta
el día en que por primera vez camina desnuda por la orilla de una playa -minuto
en que su vida cambia diametralmente, de modo dramático-, con un matrimonio
disfuncional. Ella, una mujer sumamente hermosa, vive atrapada por la rutina,
esa madeja que estamos al tanto de su naturaleza y sus causas cuando ya
quedamos enganchados, y que finiquita sembrando la insatisfacción más espantosa
con raíces fuertes, insondables.
Y es que su relación está signada por el fracaso, con
esperanzas muy cortas y la larga certeza de que nada, por mucho esfuerzo que se
imagine de ambas partes, va a funcionar como debe. A esto se suma una
infidelidad de su esposo que la ha marcado, que aparentemente perdona, pues así
lo espera de ella esa familia patriarcal a la que pertenece, porque ellos
siempre serán sus dueños -padre, hermanos, marido-. Nicole vive en una sociedad
donde priman los valores machitas, que ha de obedecer sin chistar, y que la
juzgaría severamente si se apartara de su hombre, si se revela en contra de esa
sumisión que se ha institucionalizado, poco más o menos para la mujer desde
tiempos inmemoriales. Pero Nicole es una mujer con ambiciones, diferentes de la
media comedida y, sobre todo, con unos "raros" deseos, a los que teme
en un inicio. Su "zona oscura", donde se amanceban sus demonios, le
hace padecer sentimientos de una culpabilidad terrible, sin embargo, después
los disfruta y de qué manera, a tal punto, que la estremece, mostrando una
mujer que construye complicidades con una inflexión desconocida, que
diversifica sus preferencias. Y claro, la protagonista de esta historia, que la
marca indistintamente el prejuicio y mucho más el recelo de mostrar concierto
con la otra hembra irreverente, desinhibida, libidinosa, que habita dentro de
ella, que no conoce todavía con absoluta claridad, y que no quiere aceptar, que
se esfuerza por esconder a su marido, a ella misma, finalmente cede y se implica
en esa duplicidad que la aprehende, la seduce, como lo mismo le atrae otra
mujer que, nada más pensarla, la empapa.
2x2… es
la quimera del retozo figuradamente seductivo en su génesis. Sin embargo, a
medida que nos adentramos en el paginado, surgen posibilidades insospechadas
que rompen con fuertes tabúes, que presuponen intercambios, y cambios. Que genera
un juego peligroso si se traspasan los límites que inducen, primero al rechazo,
y prontamente, a la adicción más envilecida que ostenta esa realidad de
miserias que comparecen paralelamente con esos demonios, y que destruyen de no
saber domesticarlos, reconocerles. Es un resbaladizo juego donde consta una
pauta que no debe ignorarse su estricta observancia: si se trata de
"cumplir las reglas" que establecen el sentido que propone solo la satisfacción
del sexo, la lujuria más desenfrenada, es delicado, muy peligroso, implicar el
afecto. Enamorarse, rematar amando a quien no se debe amar, es absolutamente
impensable.
Carlos Alberto recrea una ficción que les recomiendo, con
un final insospechado, escrita para lectores irreconciliables con un
comportamiento mojigato y moralista. Es decir, presento una novela hecha para
todos los que estamos aquí hoy, gente desprejuiciada, que asumo open mind, y que insisto, deben leer tan
pronto como esta misma noche.