Por: Luis
Pérez de Castro
Historiador, abogado, poeta, narrador y crítico literario
Conocí a
Yovana Martínez Milián a través de la antología de cuentos eróticos Los cuerpos del deseo, que viera la luz
en el año 2012 por la Editorial Neo Club Ediciones y Alexandría Library, Miami,
EE. UU., como resultado del Primer Concurso de Cuentos Eróticos, donde
compartimos el honor de ser finalistas y aparecer en la misma. Su cuento, Fotografía de encuentro, narrado desde un
pasado/presente –espacios retrospectivos- y a través de la novedad que le
brinda la ejecución de una cámara fotográfica, Click presente y Pausa pasado,
así como un erotismo diría que exacerbado, me llamó poderosamente la atención. Y
por esos azares de la vida y gracias al amigo Armando Nuviola hoy, diciembre de
2016, recibo por medio de un cordial e-mail de Yovana no sólo su amistad,
también su libro de cuentos eróticos Exorcismo
Final, publicado por la Editorial CAAW Ediciones, Miami, EE. UU., 2015, y
donde se encuentra incluido Fotografía de
encuentro.
Después
de leer los veintiséis cuentos que estructuran el libro, se me antojó no más pensar
que Yovana es fiel heredera de la narrativa cubana femenina escrita en la
década del 40 –los llamados vanguarditas-; narrativa donde los críticos
reconocen el inicio del cambio de signo estético en la novela y el cuento,
hecho que ya había sucedido también en buena parte de América Latina. Esos
intereses y procedimientos se manifestaron de varias maneras y por diferentes
caminos. Entre los aspectos ideotemáticos más representativos de aquella
generación está el tratamiento diferenciado a la historia, a las guerras de
independencia y a las distintas temáticas personales. Del mismo modo, la
temática intimista –el erotismo- con distintos puntos de vistas, resultados
estéticos y un lenguaje más rebuscado, no sólo parodia los sucesos históricos, también
desacraliza con voluntad creadora los mitos sociopolíticos y morales dominantes
de la época.
Los
cuentos de Exorcismo Final demuestran
eso, una desacralización que correo hasta los huesos, que nos lleva a ese
intimo rincón del alma para cuestionarnos cada instinto animal que nos habita,
que nos lleva al deseo de la práctica de un sexo desmedido, tal vez hasta no autorizado
por Dios, pero que finalmente nos perdona como hijos primogénitos que somos. Nos lleva de la mano, guiados por el eco de
una voz de Mujer que con sutileza cuenta siempre en primera persona y nos
embruja, nos convence a acompañarla en la búsqueda de esos aspectos
ideotemáticos de los que hablé y descubriremos con el análisis de varios de sus
cuentos.
Estos
cuentos, en su conjunto, tienen una estructura tradicional: descripción del
espacio, presentación y retrato de los personajes y narración de distintos episodios
que informan sobre el principal atributo del protagonista, una narradora habida
de contar, de despojarse de un pasado que, en ocasiones, se le presenta
tedioso, pero que sabe sortear con habilidad narratologica los obstáculos de
cada historia; obstáculos devenidos en un erotismo sosegador y que
caracterizará de manera permanente el discurso de las veintiséis historias que
se entrelazan en cada página.
Obstinación
de ostras, en este, el gusto por lo sarcástico y la
crítica a la situación nacional, serán características de alguno de sus mejores
cuentos. “Tú lengua intentó una estrategia de asedio entre mis pelos,
abundantes en esa época, con la ayuda de tus dientes. Asedio que iba desde los
muslos hasta mi triángulo blindado de piernas cerradas, impenetrable en mi
obstinación de ostra. Enviaste la infantería de tus dedos para apoyar el asedio
de tu lengua…/ Pero nada”. Aquí vemos que su ideal estético tiene como base el
propósito de exponer no sólo cuantas imágenes y recuerdos la acechan, también
de poner su propia literatura al nivel del dinamismo del momento que le tocó
vivir; que puede ser a la vez crónica e instrumento de transformación, sin
traicionar su específica función estética. El acto de creación, aunque explicito
en el texto que no es más que vehículo de satisfacción personal, no será para la
narradora refugio ni realización sustitutiva, sino parte entrañable de la
actuación social y la que le permite realizar una obra cuya significación
primera radica en la fusión de la acción vital y la práctica artística, con una
marcada voluntad humanista.
La vida podría ser una mierda,
es un divertimento a partir de la sátira, basado en la polémica acerca de la
problemática del transporte y el posible origen de las guaguas y el estereotipo
de gruñones de los cubanos que en el momento de hablar callan y viceversa. “El
domingo era el peor día para coger una guagua, inexistentes, pero la parada
estaba repleta de gente mal humorada, somnolienta y callada. Gente con fe. /
Algunos salían de su mutismo para comentar en susurros sobre la escasez, lo
difícil que estaba todo, sin dejar de lanzar miradas sigilosas a quienes
estaban a su alrededor. Miedosos”. Aquí comienza con mayor fuerza a exhibir los
elementos que anuncian sus preferencias temáticas y recursos literarios. Entre
ellos el trabajo intertextual con el cine, la música, la plástica y la ciudad
donde interactúa –que puede ser La Habana, París o la avenida más esplendorosa
de Miami-, quizás la de mayor influencia.
Encuentro con un Piscis, el
desenlace sorpresivo de esta historia ofrece una nota inédita al sugerir una
doble lectura de un mismo enunciado: una humorística al convertir, mediante una
ruptura de sistema, una aparente tragedia en un hecho intrascendente, y otra
que ratifica la condición heroica de la protagonista. “Tenía diecinueve años y
algunas grietas ya en mi corazón. La más reciente todavía me dolía y por eso no
quería ir a esa fiesta a la que G me invitó con su nueva cita. / Me fui para
salvarme. Me fui sin espejo retrovisor, sin hacer U más adelante, sin
arrepentirme. Simplemente me fui para salvarme”. Aquí muestra, de manera
reiterada y siempre evitando lastrar la historia, una actitud nueva ante el
hecho literario, en relación con la narrativa cubana tradicional. Ello se
manifiesta en cambios en la base ideotemática y en los procedimientos
composicionales, que la acercan a las audacias que en su momento propugnaban
los “ismos” europeos. La vanguardia en su obra, sin embargo, no se muestra
tanto en la utilización de determinadas imágenes futuristas o el tratamiento de
temas mediante recursos que remedan el surrealismo, como en la concepción
autoral de la literatura concebida como acto vital, dinámico y polifacético, de
lo que resulta un cuento de gran fuerza expresiva, desprendida ya de modelos gastados
y por lo mismo de indudable carácter fundador.
Cuatro manos, un piano y una flor, este es, de por hecho, el más tradicional de todos los cuentos de Exorcismo Final. “Cuando pienso en ti
sólo vienen a mi memoria canciones de Pablito, una detrás de la otra como una
victrola de batería eterna…/ Tus dedos recorren las teclas que me seducen, me
acarician, me desnudan y teclean, teclean./ Tus dedos no paran de teclear
suavemente sobre mi piel…” Presenta una estructura más heterodoxa, en la que se
destaca la inclusión de elementos novedosos en la composición, como la notación
de un piano o fragmentos “imaginarios” de poesía y hasta una partitura musical,
párrafos conformados sólo con onomatopeyas, doble narración, interpolación de
canciones y, sobre todo, dos aspectos del relieve narrativo que individualizan
al autor dentro del contexto épocal: El primero es la presencia del autor
implícito, representado en tanto individuo creador del relato y participante en
los sucesos, sin disfraz de personaje fictivo. Tal técnica tiende, entre otros
procedimientos, a la supresión de las fronteras genéricas entre el testimonio y
la ficción narrativa. El segundo es la utilización del humor que, más que un
recurso literario es la expresión de la personalidad, por lo que se manifiesta
en su prosa de manera natural. No se limita, por tanto, a ciertos giros
lexicales o a la introducción de personajes cuya actuación provoque lo cómico;
sino que está presente en la totalidad de sus textos, desde la perspectiva
autoral; casi siempre satírica y desenfadada, hasta los elementos del plano
composicional y el sistema lingüístico. Dentro de esa integridad, sin embargo,
se pueden aislar recursos como la ironía, el absurdo, la ruptura de sistemas,
la técnica antitética, el equivoco y aún el uso de la burla, rasgos de la
personalidad nacional que maneja eficazmente.
El negro desconocido, aquí se
dibujan las líneas de un cubo –o problemática- que, bajo el mismo discurso
feminista y un vórtice delicioso de erotismo, ha concluido en la más elocuente
y pacifica de sus dimensiones, el amor, y, aparejado a ello, el sexo sin tener
en cuenta una posible discriminación por el color de la piel, que tanto ha
golpeado, y aún golpea, a las distintas sociedades, incluida Cuba. “Proxeneta
era una palabra que se había erradicado en el año 59, según el régimen. Ahora
se llamaban “buscadores de la vida”, “tipo que resuelve” y mil frases más que
enseguida ubican a los tipos como él en lo alto de la cadena alimenticia del barrio.
/ Era un negro hermoso con sonrisa de dientes blancos y perfectos que derretían
el corazón, y del cual nunca recuerdo el nombre, ni tampoco los títulos de sus
libros”. La narración de los hechos en esta historia no está contada, podríamos
decir metafóricamente, no con un punto sino con un punto y coma que cifra una
línea de continuidad transitoria, un nuevo horizonte hacia una cortina repleta
de espejos donde el autor –y los lectores que se sumerjan en él- verán
reflejado el entorno de sus ensueños, de su propio rostro.
Fotografía de encuentro, lo
novedoso de esta historia es que en su construcción narratologica ¿ficcional?
nos encontramos a una fabuladora escondida detrás de esas pequeñas cosas que
conforman la vida –cómplice del cantautor cubano Carlos Varela-, pequeños
recuerdos, malditos o no, pero que un día, para bien de todos, se hacen realidad.
“Me muerdo los labios. Los muslos apretados para aguantar los temblores. El
lente se mueve. Se pierde el foco. Tres manos tiemblan. Clic”. La ambición de
escribir -o desacralizar- de la narradora/protagonista nunca se disocian del
laberinto, a veces insospechable, de la vida. La relación entre la historia que
se entreteje y la experiencia de los que interactúan, en él, resulta
inversamente proporcional si se piensa en un número de horas; horas días/niños/hombres/mujeres/historias
cotidianas que nos abruman, pero nos ayudan a vivir si son directamente
proporcionales, si se piensan en términos de intensidad, elocuencia y brillo en
el manejo de las técnicas narrativas y en el tratamiento de la psicología de
los personajes. Lo que para mí, simple lector amante de las buenas historias,
de esas que te aportan un decir, un tal vez, un quizás o simplemente te
siembran la duda, decir lo que uno tiene que decir no requiere de mucho
espacio, sólo de la perfección de una página en blanco y del aseo lingüístico
de aquellos demonios que te habitan y exigen exorcizarse, no existe nada más
reprochable, si así se le puede llamar, que una historia dominada por lo más
autentico que alberga en su interior cada niño/hombre/mujer, el amor, el
erotismo en su más amplio diapasón y concepto. El mayor aporte de este cuento
se encuentra no sólo en el manejo de las técnicas narrativas y en el
tratamiento de la psicología de los personajes, también en el desenvolvimiento
desenfadado del lenguaje –conversacional-, la capacidad para resolver las
distintas tramas en que se ve envuelta la protagonista y la comprensión del
dinamismo y autonomía del discurso.
Cuentos
como “Un viaje a Santo Domingo”, “Sexo textual”, “Open Season”, “La penúltima
travesura”, “El hombre de mi vida”
y “Fantasía de rabbit a dos manos”, son
ejemplos palpables donde se conjugan lo lúdico, lo macabro, lo onírico, lo
misterioso y que permiten inscribir el libro en el grupo precursor del cuento erótico
no solo en Cuba, también en América Latina y el mundo.
En Exorcismo Final, la flexibilidad de las
formas narrativas propicia el tratamiento de los más diversos asuntos y
preocupaciones a partir de argumentos fantásticos y, en ocasiones, también humorísticos.
De este modo Yovana Martínez Milián expone y crítica aspectos de la situación
sociopolítica de Cuba –pero que puede ser cualquier otro país-, satiriza
determinadas actitudes morales y propone, mediante la visión irónica de la
literatura, una suerte de poética de la espontaneidad y la frescura en la
expresión. Su escritura e imagen se articulan en este diálogo del amor, del
desamor y de la melancolía, tan seductores como su misma presencia humana. En
ella, estos aspectos de vital importancia para todo ser, le estarán asediando
constantemente su existencia, palpitando en el interior de su escritura, intercambiándose,
re-inventándose más de las definiciones, nutriéndose de esas cada vez más alarmantes
carencias afectivas, que tanto la llevan a girar en torno a los demás. Su
producción ¿ficcional? es una lucha constante contra las prohibiciones, contra
el enajenado moral que tanto promulgan “ingenuos” dictámenes, revelan, en el
plano escritural, la presencia de una mujer deseante del amor, del goce,
inconsciente o no, de cuantos atributos le concedió Adán y Eva, o para estar en
paz con todos, Dios.
No se
trata, en estos cuentos, que haya un interés denotativo evidente, pero la
experiencia receptiva puede percibir un sentido alegórico subyacente en la
estructura profunda de su aún corta obra.
Reseña publicada en Otro Lunes Febrero/2017 Año 11 Otro Lunes #45
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